La ciencia es la única noticia

¿A quién le importa?

Ciencia de pega// Miguel Ángel Sabadell

No hay tema más sensible en la actualidad al uso de la ciencia de pega que el famoso cambio climático. A pesar del empeño de catastrofistas varios, resulta muy difícil vaticinar lo que sucederá si la temperatura de la Tierra aumenta en un grado a finales del siglo XXI. Lo llamativo es que, a menudo, el posible impacto contribuye de forma marginal a un problema que ya existe y sobre el que no se hace nada. Por ejemplo, el gobierno filipino ha reconocido la amenaza que para su país supondrá el aumento gradual del nivel del mar entre 1 y 3 milímetros por año y quiere tomar medidas. Pero olvida que el principal motivo del riesgo de inundaciones es la excesiva explotación de las aguas subterráneas, que hunde las tierras desde varios centímetros a casi un decímetro al año. La malaria es otro tema recurrente: al parecer se incrementará en un 7% a causa del calentamiento global. Pero nadie menciona el estudio publicado en Science en 2004, donde se decía que, sin tener en cuenta el calentamiento del planeta, en 2080 el riesgo de malaria aumentará un 100%. El cambio climático es una buena excusa para deslizar bajo la alfombra políticas incompetentes: es el moderno aguamanil de Pilato.

Los ecologistas han publicitado hasta extremos catastróficos los efectos del calentamiento global, pero han sido incapaces de movilizar a la sociedad pues sus soluciones no son nada atractivas: hablan de apretarse el cinturón y restringir las comodidades. En esencia, su planteamiento de regresar a un modo de vida más simple no cuaja, quizá porque la mayoría preferimos comprar productos ecológicos en el supermercado a cultivarlos. Pedir a los habitantes del primer mundo que den la espalda a su abundancia es tremendamente naïve.

El sociólogo Juan Ignacio Sáenz-Díez decía que vivimos en la civilización del desperdicio, y no sólo por nuestro producto manufacturado estrella, la basura. España se comprometió en 1990 a aumentar sus emisiones para 2012 en sólo un 15%; en 2005 superaban el 50%. Mientras, compramos los contaminantes y derrochadores SUV: padres y madres los necesitan para llevar a sus hijos al colegio. Se amenaza al ciudadano con cortes de agua para ahorrar el preciado líquido, pero seguimos teniendo tuberías decimonónicas, con un nivel de pérdidas altísimo y que ningún político está dispuesto a cambiar. La razón es bien simple: cuestan mucho y no se pueden inaugurar.

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