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Formalidad en la ciencia

VENTANA DE OTROS OJOS // MIGUEL DELIBES DE CASTRO

* Profesor de investigación del CSIC

La actividad científica requiere no sólo enfrentarse a la realidad con una forma de pensar, o un método, determinado, sino también aceptar algunas formalidades a la hora de comunicar los hallazgos. Se trata de acumular saber, y para que el conjunto sea comprensible y manejable, hay que sumar los ingredientes de una forma pactada. Eso quiere decir que uno puede haber hecho todo, o casi todo, bien, haber logrado nuevos conocimientos, pero perder su paternidad por transmitirlos de una forma inadecuada. El caso del naturalista aragonés Félix de Azara, al que a veces se ha considerado exageradamente como el Darwin español, es paradigmático.

Azara era militar del Cuerpo de Ingenieros. En 1781, estando en San Sebastián, recibió una noche la orden de partir inmediatamente para Lisboa, donde debía iniciar una misión. Dejó sus pertenencias en la ciudad vasca, adonde esperaba volver pronto, y partió. De Portugal lo mandarían al Río de la Plata para "fijar conjuntamente con los comisarios portugueses la línea de demarcación de las posesiones respectivas". Pero los portugueses no tenían prisa, ni ganas, en poner en marcha la Comisión, y Azara no volvió a España, y aún así sin haber culminado su tarea, hasta 20 años después.

En ese plazo, desde su base en Asunción, y en palabras de uno de sus editores, Azara "emprendió y terminó la descripción y delineación de un país de más de quinientas leguas de largo y trescientas de ancho (...), observó al hombre salvaje con más cuidado que nadie antes, y él solo, sin ayuda de observaciones, colecciones, ni libros, hizo progresar inmensamente la historia natural de los animales". Entre otras cosas, Azara describió pormenorizadamente 448 especies de aves (aunque en ocasiones creyó distintas especies al macho y la hembra), pero usó las denominaciones locales y no juzgó necesaria la formalidad de darles un nombre científico en latín y designar un tipo. Tampoco tenía, cuando escribió, medios para saber si estaban descritas o no.

Ni Cuvier ni Geoffroy Saint-Hilaire, con los que trató en Francia, le asesoraron en defensa de sus hallazgos. De los páxaros descritos por Azara, 153 eran especies nuevas para la ciencia, y todas llevan hoy, tras su nombre en latín, el de su descubridor. ¿Azara, piensan ustedes? No, Vieillot. Louis Jean Pierre Vieillot fue encargado de supervisar las ilustraciones del libro de Azara y conoció de esta forma sus descripciones. No comentó nada, pero identificó las que eran nuevas y las redescribió y denominó de acuerdo con las normas. Seguramente Vieillot no fue demasiado honesto, pero cumplió los requisitos formales de la ciencia. Oficialmente se le considera como uno de los ornitólogos más prolíficos de la historia a la hora de describir nuevas especies.

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