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El teorema más bello

EL ELECTRÓN LIBRE // MANUEL LOZANO LEYVA

* Catedrático de Física Atómica Molecular y Nuclear en la Universidad de Sevilla

Muestre el lector una copa a otra persona. Pídale que cierre los ojos, gire la copa y pregúntele después si nota alguna diferencia. Le dirá que no. La razón es que la copa es invariante (se queda igual o al menos su cambio es indistinguible) bajo una transformación (el giro) de simetría (igualdad en torno a un eje). Ahora piense el lector en el caos universal posterior al Big Bang, la formación de galaxias, los cataclismos estelares, el viento azotando un bosque, las olas del mar, el desarrollo de un embrión, la naturaleza al fin. Lo que tienen en común todos los escenarios anteriores es el cambio, la alteración, la evolución. ¿Hay algo en nuestro universo que no varíe con el tiempo? Sí, son las llamadas constantes del movimiento, unas pocas magnitudes que permanecen tan inalteradas desde el comienzo del propio tiempo que bien puede decirse que definen nuestro universo. Si alguna tuviera un valor distinto del que tiene o dependiera del tiempo, por poco que fuera, nuestro universo sería completamente diferente. El lector conoce algunas de estas cantidades: la energía, la carga del electrón, la intensidad de la gravedad, etc. Encontrar y manejar esas constantes es explorar la intimidad más secreta de la naturaleza y, pasmosamente, tienen que ver con las simetrías. Aunque esta sutil y estrecha relación se fue averiguando poco a poco, quien la formuló en un contundente teorema fue una mujer singular.

El claustro de la Universidad de Erlangen, Baviera, tomó una resolución en 1898 que más que progresista bien podía tildarse de revolucionaria: admitiría estudiantes mujeres. En el texto de la disposición se dejaba sentado el riesgo que suponía la medida de "destrozar todo orden académico", pero aun así, se consideraba conveniente dar el paso adelante y que fuera lo que Dios quisiera. Ahora bien, las muchachas a las que les diera por la extravagancia de ir a la universidad, tendrían que demostrar fehacientemente sus habilidades, contar con el permiso por escrito del profesor de la clase a la que quisieran asistir y, por descontado, no tendrían derecho a examen ni título alguno. El curso 1899 contó con una matrícula de casi mil estudiantes de los cuales sólo uno era mujer. Para mayor excentricidad, la mozuela estudiaba matemáticas. Se llamaba Emmy Amalie Noether e invito al lector a que indague sobre su vida y carácter. Le animo con la siguiente cita: "En el reino del álgebra, en el que los mejores matemáticos han trabajado durante siglos, ella descubrió métodos que han probado su enorme importancia... La matemática pura es, a su manera, la poesía de las ideas lógicas... En este esfuerzo hacia la belleza lógica se descubren fórmulas espirituales necesarias para conseguir una penetración más profunda en las leyes de la naturaleza." El autor es Albert Einstein y se refiere a Emmy Noether y su teorema, sin duda, el más bello de la ciencia.

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