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No sólo se vive una vez

CIENCIA DE PEGA // MIGUEL ÁNGEL SABADELL

Al contrario de lo que cantaban Azúcar Moreno, según el Bhagavad Gita, escrito hace 2.500 años, "lo eterno en el hombre no puede morir". La reencarnación es una forma extrema de dualismo; el espíritu siempre es el mismo y muda de cuerpo con el tiempo: "Como un hombre deja sus viejos vestidos y se pone otros nuevos, así el Espíritu deja su cuerpo mortal y se viste con uno nuevo". Para un reencarnacionista la personalidad no reside en ningún punto del cerebro, ni siquiera necesita un tipo particular de cuerpo con el que estar conectado con esta vida material.

Si semejante afirmación contradice todo lo que conocemos por la ciencia no debe asustarnos. ¿Quién va a tener razón, un científico de mente minúscula o un texto sagrado de más de dos milenios? Tampoco es de extrañar que muchos encuentren esta creencia menos exagerada que la resurrección de la carne del final de los tiempos católicos, donde un poderoso ser supremo es capaz de reconfigurar los cuerpos de los muertos extrayendo los aminoácidos originales de a-saber-dónde-están, ya sea en el interior de gusanos, cipreses, hierbas varias o, en el peor de los casos, del cuerpo de algún otro ser humano que se comió el solomillo de la ternera que se comió la hierba que crecía donde alguien enterró a su padre en la Edad Media.

Es obvio que para un reencarnacionista los padres no aportan otra cosa que el cuerpo, la cáscara, luego, en puridad, uno no debería sentir demasiado apego por ellos. ¿Cómo el alma escoge el cuerpo? Sencillo: aquél que se ajusta más a sus necesidades. Así, si un niño desarrolla gusto por la música no es porque lo haya mamado en su casa, sino porque en una vida pasada fue músico y escogió ese cuerpo y esa familia en consonancia. Uno se pregunta qué estaba buscando el alma del monstruo de Amstetten.

Personalmente, ante semejante despliegue de eternidades varias me quedo con Feuerbach cuando dijo que es sabio "quien no encuentra nada en la muerte salvo muerte. Para la persona inteligente la vida es su propio fin; por esa razón, no es una preparación para nada".

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