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El poder de la intuición

EL ELECTRÓN LIBRE // MANUEL LOZANO LEYVA

* Catedrático de Física Atómica Molecular y Nuclear en la Universidad de Sevilla.

En la Grecia clásica, entre mucha retórica y lógica elegante, de vez en cuando surgían intuiciones como las de Leucipo y Demócrito. Alrededor del 400 a.C., estos dos pensadores decían cosas tan fascinantes como que la sustancia oculta en todos los objetos consistía en una conjunción de átomos y vacío que no tenía principio ni fin: no se creaban ni se destruían. Casi todos los escritos de Demócrito se perdieron en el primer incendio de la infausta biblioteca de Alejandría, en el 48 d.C., cuando César organizó magistralmente una retirada quemando sus propios barcos. Pero, afortunadamente, un poeta romano, Lucrecio, pudo componer un maravilloso poema titulado Sobre la naturaleza de las cosas, De rerum natura, basado en los escritos de los discípulos del insigne atomista.

Aparte del impresionante poder de su ritmo, sintaxis e imágenes, los once mil seiscientos trece (sí, 11.613) versos del poema nos han llegado completos, y representan la exposición de una física total que trataba de explicar los fenómenos naturales a partir de la interacción de los átomos. Éstos tenían muy pocas propiedades, como tamaño y forma, y la manera de interaccionar entre sí era colisionando cuando se encontraban en su eterno movimiento en un vacío infinito. El atomismo no necesita intervención divina alguna, en el origen, en el diseño o en los procesos, de manera que tanto la diversidad como la evolución de las cosas se explican por el agrupamiento eventual de los átomos.

Se pueden encontrar asombrosas analogías entre el atomismo clásico y la ciencia moderna, como el papel tan predominante que Demócrito le daba a las vibraciones atómicas al igual que hacen físicos y químicos de hoy día, pero la osadía de los antiguos filósofos era desmesurada. Por ejemplo, consideraban que la fe en los dioses y la superstición era debida a las pasiones animales desatadas por movimientos correlacionados de átomos tan desconocidos como los que provocaban las tormentas y los terremotos. De los sentidos, la alegría, el amor y los sueños también eran responsables los átomos. Y la acidez estaba causada por átomos en forma de aguja y el color blanco por átomos de superficie suave.

Veintitrés siglos hicieron falta para poner de manifiesto la realidad de los átomos. Y fue gracias a la experimentación, es decir, a la transformación de la filosofía en ciencia. El poder de la intuición puede radicar en idear una meta, jamás en trazar y mucho menos recorrer el camino para alcanzarla.

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