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Cerebro pensante

ORÍGENES // JOSÉ MARÍA BERMÚDEZ DE CASTRO

* Director del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana, Burgos

El cerebro es un órgano que me produce una enorme fascinación. Es una lástima que los estudiosos de la evolución del cerebro de los homínidos solo cuenten con los moldes internos que se pueden extraer de los cráneos fósiles o con las imágenes digitales que se pueden obtener de ellos mediante tomografía computerizada. El cerebro de los chimpancés es el mejor modelo que tenemos para propósitos comparativos. Nuestro antecesor común con estos primates tenía, como ellos, un cerebro de unos 350 centímetros cúbicos. El cerebro humano es casi cuatro veces más grande que el de un chimpancé, si bien no todas las regiones de nuestro cerebro han aumentado su tamaño en la misma proporción. Algunas han multiplicado su volumen por seis, mientras que otras apenas lo han duplicado.

Por otro lado, y esto es quizá lo más interesante, nuestro cerebro se desarrolla con una gran lentitud en comparación con el cerebro de los chimpancés o con el de cualquier otro primate. Aunque nacemos con un número impresionante de neuronas y con un cerebro casi tan grande como el de un chimpancé adulto, tardamos varios años en poder caminar y movernos con agilidad y aún tenemos que esperar a los 18 años para, una vez superada la adolescencia, tener un cerebro preparado para hacer frente a cualquier eventualidad.

En este aspecto reside el gran éxito de nuestra especie y, de manera paradójica, el mayor peligro para nuestra supervivencia desde muchos puntos de vista. El lento desarrollo de nuestro cerebro, o lo que es lo mismo la astronómica cantidad de conexiones neuronales que podemos llegar a tener, se produce durante un largo periodo de tiempo. Con este cerebro podemos pensar y reflexionar. En cierta ocasión le preguntaron a un buen amigo mío sobre sus creencias religiosas, dada su condición de científico: ¿es usted creyente?, le inquirieron; a lo que él respondió, "no, soy pensante". Por supuesto, la pregunta y su correspondiente respuesta tienen un trasfondo de muchas lecturas. Pero la que más me interesa es la biológico-social.

El proceso de conexión neuronal a lo largo del desarrollo está fuertemente condicionado por el entorno y las circunstancias personales. Nuestra forma de pensar desde luego tiene mucho que ver con las enseñanzas que recibimos durante la infancia o la niñez, tanto de la propia vida como de nuestros educadores. Al final del proceso un cerebro puede acabar muy bien amueblado o muy desestructurado. No somos tan libres como quisiéramos, sino esclavos de un sinfín de circunstancias. Se necesita mucho pensamiento para liberarnos de la rigidez mental que nos imponen todas las culturas y alcanzar la cumbre de la tolerancia.

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