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Ballenas, o la ciencia como excusa

VENTANA DE OTROS OJOS // MIGUEL DELIBES DE CASTRO

*Profesor de Investigación del CSIC

Tras una estancia en las islas Azores, Antonio Tabucchi, autor de la inolvidable novela Sostiene Pereira, escribió hermosos textos sobre ballenas y balleneros. Uno de ellos, muy breve, imagina cómo las ballenas ven a los hombres. Entre otras cosas, pone en boca de los cetáceos que los humanos "infieren la muerte con fragilidad y grácil ferocidad", lo que es una triste virtud. Pero así ha venido ocurriendo durante mucho tiempo y en muchas costas. Basta ver los escudos de numerosos pueblos del País Vasco, o recordar que el mismo Cabeza de Vaca daba crédito a la narración de indios de la Florida que decían saltar de sus canoas a lomos de las ballenas para matarlas clavándoles una estaca en los orificios nasales. Hoy las cosas, afortunadamente, han cambiado. Al menos desde 1946 existe una Comisión Ballenera Internacional y desde aproximadamente 1980 (cambia con las especies) hay una moratoria para la caza de leviatanes. Eso sí, tan pronto como se limitaron las capturas, se inventó la caza científica como ventajosa excepción a la norma proteccionista.

Lo hicieron los japoneses. Argumentaron que había que saber más sobre los cetáceos y, sobre todo, conocer a fondo su dieta, pues podían dañar grandemente a las pesquerías comerciales. En vista de eso se reservaron el derecho de matar unos cientos o miles de ejemplares. Los investigadores serios han demostrado que es más rentable estudiar a las ballenas sin matarlas. Toman biopsias de piel a distancia para obtener ADN, analizan excrementos para investigar la dieta, marcan individuos con transmisores dotados de GPS para rastrear sus movimientos... Eso, sin embargo, no convence a los japoneses, pues no proporciona carne para la olla. Allí venden y consumen en domicilios y restaurantes la carne de las ballenas que matan.

Por el momento es algo permitido. No lo es, sin embargo, introducir esa carne de ballena en el mercado internacional. Y como "hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad", la presunta caza científica japonesa ha sido pillada en un renuncio precisamente por otros científicos. En un artículo reciente se documenta que alguna carne servida en restaurantes de sushi de Los Ángeles y Seúl provenía de ballenas capturadas por Japón al amparo del permiso de caza científica. Es más, los análisis de ADN permitieron identificar no sólo las especies afectadas, sino también los individuos concretos, y por tanto el día y el lugar donde fueron sacrificados. Al menos por estética, debería suprimirse el adjetivo "científica" asignado a esas matanzas.

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