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El tamaño no lo es todo

ORÍGENES // JOSÉ MARÍA BERMÚDEZ DE CASTRO*

* Director del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana, Burgos

El cerebro humano ha multiplicado por cuatro su volumen con respecto a nuestro primer antecesor africano, un logro evolutivo muy importante que explica en parte el incremento cuantitativo y cualitativo de las capacidades cognitivas de nuestra especie.

Sin embargo, la capacidad para entender, asimilar y utilizar la información que llega a través de los sentidos y el talento para desarrollar determinadas aptitudes no es solo una cuestión de tamaño. Las neuronas del cerebro están relacionadas a través de billones de conexiones, por las que circula toda la información que nos llega del exterior y del interior. La conectividad se produce durante el desarrollo, pero sigue produciéndose a lo largo de la vida.

Los humanos disponemos de unos siete años de vida postnatal para que el cerebro alcance su volumen definitivo. Esto representa aproximadamente un cien por cien más de tiempo que en chimpancés. Sin embargo, la conectividad neuronal básica de nuestra especie se produce con una lentitud mucho mayor. Cuando tenemos un año de vida apenas hemos aprendido a caminar, mientras que a la misma edad los chimpancés ya corretean por la selva a toda velocidad. La ventaja de una conectividad ralentizada en un cerebro cuatro veces mayor se manifiesta en la posibilidad de recibir estímulos durante más tiempo.

El talento potencial que manifestamos aún en nuestra más tierna infancia puede alcanzar cotas increíbles si recibimos los estímulos adecuados. Disponemos de mucho tiempo para ello y esta ha sido una de las grandes adaptaciones de nuestra especie. Nuestra inteligencia parece pues el resultado de un mayor crecimiento cerebral, junto a una ralentización del desarrollo neuronal. Este último proceso se podría catalogar dentro de lo que los expertos en embriología han denominado neotenia, término acuñado por Arthur Kollmann en 1885 y desarrollado en los setenta por científicos tan brillantes como Stephen Jay Gould.

La investigadora Victoria Wobber y su equipo de la Universidad de Harvard se han preguntado las razones de la mayor tolerancia social de los bonobos (Pan paniscus) con respecto a la del chimpancé común (Pan troglodytes). Estos últimos pierden la tolerancia para compartir el alimento una vez alcanzan la edad adulta. Los bonobos, por el contrario, retienen esa capacidad juvenil durante su vida adulta, a la vez que su grado de sociabilidad es mayor. Wobber y su equipo encuentran la respuesta en la ralentización de la conectividad neuronal de los bonobos con respecto a los chimpancés. Los bonobos son muy inteligentes y por ello se utilizan en las investigaciones sobre las capacidades cognitivas de los chimpancés. Parece que este carácter adaptativo no es exclusivo de nuestra especie y puede haberse producido en más de una ocasión en la evolución de los simios antropoideos.

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