Ciudad Popular

Colombia y el desarraigo político

Casi 2 de cada 3 colombianos no fueron a votar el plebiscito. A pesar de ser una cuestión que afectaba directamente a las vidas y muertes de todos, de la presión mediática en un sentido u otro y del contexto pacífico que existe desde hace más de 4 años. Evidentemente, la campaña del miedo promovida por la derecha recalcitrante que representa Uribe, un alter ego de Aznar, ha sido aterrorizante. Criminalizan a las FARC pero no hacen ninguna referencia a los paramilitares, que fueron los primeros a iniciar una guerra sucia, no solo contra las FARC, masacraron a decenas de miles de campesinos acusados de apoyar a la guerrilla de izquierdas. Pero también  con afán de quedarse con las tierras o si planteaban reivindicaciones sociales. O para expandir la producción o facilitar la elaboración y el tráfico de la droga. El "uribismo" ha tenido una estrecha relación con los paramilitares y el narcotráfico. Sin duda alguna la campaña amenazadora y rencorosa en favor del NO ha impactado a las clases medias urbanas que seguramente han votado más al NO que al SI. En cambio en las zonas rurales con presencia guerrillera se impuso el SI.

Colombia es un país en el que más del 60% de la población puede calificarse de popular, trabajadora, pobre y en parte desarraigada en campamentos precarios de las periferias urbanas. Los sectores vulnerables son los que más necesitan de la paz. Sin embargo la gran mayoría no ha votado el SI. Se impuso con mucho la abstención. Y el voto negativo también estuvo probablemente muy presente. Hay una explicación obvia: gran parte de los sectores populares están off, fuera de las instituciones, desprotegidos, no representados, son los "desechables" que viven en barrios "subnormales". Estos dos términos peyorativos no es un invento del autor, son términos usados en la vida cotidiana de los que están aposentados. Recuerdo haber estado en una reunión profesional con técnicos del urbanismo municipal que los usaban sin ningún reparo. En Colombia hay una gran alienación política, la mitad de la población no se siente integrada en las instituciones públicas. La justicia no llega a ellos, poner una denuncia en Bogotá supone para esta población 3 o 4 h horas de ida y vuelta y  algunas horas más de espera para nada. Y la policía es más represora que protectora.

Recuerdo una anécdota significativa de los años 90. Fue elegido alcalde Pastrana, joven periodista televisivo e hijo de expresidente de la nación. Llegué a Bogotá pocas semanas después de haber asumido el cargo. Me invitó una tarde a charlar informalmente face to face. Me preguntó que se podía hacer en una ciudad tan problemática. Le contesté que no podía darle recetas pero podía adivinar lo que iba hacer: propaganda. Como otros hijos de presidentes éste aspiraba a ser presidente. Y asintió tranquilamente a mi irónica respuesta. Luego fue presidente, abrió negociaciones con las guerrillas para pacificar el país pero hizo marcha atrás pero ahora hizo campaña por el no. Al final de la cordial conversación me ofreció si podía facilitarme un tour por Bogotá el día siguiente, sábado. Deseaba visitar Ciudad Bolívar y zonas del entorno, con una población millón de personas en la periferia sur de la ciudad, la zona más pobre y marginal. El alcalde me confesó que nunca había estado allí y llamó a dos o tres colaboradores, tampoco habían visitado la zona y ni sabían como llegar (o no deseaban ir). Finalmente localizaron a un trabajador social, externo a la administración municipal, con el cual visité a lo largo de todo un día en unos conjuntos de viviendas sociales de mala calidad, de chabolas y campamentos, de basuras amontonadas y de zonas de ausencia de canalización de agua, de ausencia de los servicios públicos y de la policía. Ahora es lo mismo pero todos los males se han acentuado. Hay mas campamentos de desplazados o refugiados, hay más criminalidad, pero la mayoría de la población es de estrato 1 (el más pobre) que sobrevive de trabajos mal pagados. Es probable que muchos habitantes de estas zonas mal integradas en la ciudad y abandonadas por las instituciones se hayan abstenido o hayan votado no, por miedo, por clientelismo, por temor al cambio y en el caso de los desplazados por resentimiento hacia la guerrilla. Todos sin esperanza.

Los partidos políticos o las organizaciones sociales de izquierda están en gran parte ausentes, no están arraigados en estos lugares. No hay que olvidar que en Colombia los liderazgos de izquierdas no son derrotados en las urnas, son simplemente asesinados. Jorge Eliécer Gaitán asesinado en 1948 cuando al frente de un gran movimiento popular estaba destinado a conquistar la presidencia dos años después. Cuatro décadas después sucedió lo mismo con Luis Carlos Galán, asesinado en 1989, cuando las encuestas le daban claro ganador de la presidencia unos meses más tarde. En la década de los 90 el M19 de origen guevarista abandonó la guerrilla y un sector de las FARC y organizaciones políticas no violentas como el Partido Comunista y otros colectivos de izquierdas crearon la Unión Patriótica (UP).  Estas organizaciones participaron en elecciones,  ganaron alcaldías y bastantes concejales, algunos diputados y senadores, pero fueron sistemáticamente asesinados. En un año un millar de cargos electos y cuadros políticos de la UP fueron asesinados y cuadros y dirigentes fueron objeto de atentados y el gobierno colombiano los tuvo que "exilar" en Europa.

En el caso de Bogotá han habido alcaldías consideradas progresistas y han mejorado algunos servicios pero sin revertir las dinámicas negativas. La anterior alcaldía, con Gustavo Petro, procedente del M19 y brillante diputado, ha sido la más genuinamente de izquierdas, y promovió iniciativas más potentes en Ciudad Bolívar y otras zonas similares. La justicia, que no está presente donde debería estar, suspendió arbitrariamente al alcalde. Al cabo de medio año de suspensión recuperó la alcaldía por sentencia del tribunal internacional de derechos humanos de la OEA (Organización de Estados Americanos). Los habitantes han creado formas asociativas y reivindicativas pero difícilmente son escuchados. Como dice el líder popular de Ciudad Bolívar denuncia el abandono de las instituciones, lo cual vale para otros barrios y ciudades. Las organizaciones políticas no han sabido estar presentes en el lugar, no han contribuido a construir organización, no han conseguido imponer políticas estructurales y no han generado esperanzas.  Sin esperanza no hay resistencia, sin derechos reales no hay participación formal. Cuando se les llama desde las instituciones son ellos entonces los que no escuchan.

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