Ciudadano autosuficiente

Deutschland ist anders

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Me fui de viaje a principios de agosto, por esto de salir un poco de mi zona de confort e irme de vacaciones (si, algunos periodistas ganamos como para irnos de vacaciones de vez en cuando), y descubrí una maravillosa ciudad que me encantó y no me decepcionó en ninguna circunstancia: Berlín.

Por norma general, cuando nos alejamos de casa más de lo debido, nos surgen las mismas dudas: ¿Podré encontrar mi marca de té? ¿Iré regularmente a visitar al Señor Roca? ¿Será potable el agua? ¿Podré dormir bien en una cama que no es la mía? Pero a los que somos, o intentamos ser, lo más sostenible posibles nos surgen miles de dudas más junto con problemas. Muchos problemas. ¿Cómo será el sistema de reciclaje? ¿El transporte? ¿Encontraré una tienda de productos ecológicos? ¿Habrá opción vegetariana o vegana en la carta? ¿Este café proviene del comercio justo?

Intuía que Berlín iba a ser una ciudad en la cual me encontraría a gusto respecto a este tema, y, debo decir que estaba más a gusto que en Madrid. ¿Por qué? Puede que haya unas ciudades que sean mejores que otras para ser sostenible. En Berlín todo el mundo se mueve con bicicletas, ¡ni siquiera son eléctricas! La estructura de la ciudad, con carriles bici en todas las grandes calles y avenidas de la urbe –plana– y sin cuestas, facilita muchísimo su uso. Si no se tiene bici no pasa nada, hay puntos de alquiler de bicicletas por horas o días en cualquier rincón, a precios muy asequibles (menos de 10 euros el día).

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La autora junto con su empresa de reciclaje

Para los miedicas como mi amiga y yo está la opción de coger el transporte público: metro subterráneo y en superficie, autobuses y tranvías. Debo decir que tras las tremendas esperas que he llegado a ver en Madrid (hasta 12 minutos a las 5 de la tarde en un día laborable), la asiduidad del transporte público berlinense es maravillosa. Hay una relación de confianza entre los usuarios y la administración del transporte público que me asombra: no hay tornos para entrar al metro. Solo tienes que picar tu ticket en unos máquinas de validación, eso sí, si te pilla el revisor sin billete validado (da igual que lo tengas comprado, debes validarlo) te sueltan un multón de 80 euros. Al parecer da igual si te haces el guiri (sí, porque los morenos somos los guiris del norte de Europa) o no tienes dinero: o pagas (en efectivo o tarjeta, porque los controladores se pasean con un datáfono), o te llevan a comisaría. Aunque desmesurado, me parece que una regulación es obligatoria, para evitar abusos.

Irse de compras o comer equilibrado, sano y alimentos éticos no es una tarea muy ardua. Hay tiendas ecológicas y de mercado justo, tanto alimentarias, como tiendas de ropa, como de actividades. Si bien es cierto que es más caro que los productos que suelen consumir estas personas denominadas "ciudadanos de a pie", pero es mucho más barato que en España. Hay muchísimas tiendas cadenas de supermercados y marcas (para que os hagáis una idea: el monopolio de Mercadona y Hacendado pero en ecológico) de productos biológicos, vegetarianos/veganos, éticos...

Respecto a la separación de residuos, ¡ay de la comunidad de vecinos que no separe todo correctamente! Hay ciertas multas a los edificios que no separan correctamente en los contenedores que hay: papel, plásticos, residuos orgánicos, vidrio de color y transparente. Menudo afán de separar las cosas. No sé si luego llegará a algo pero al menos se empeñan en algo.

Me parecía muy difícil sentirme más cómoda en una ciudad que no es la mía, pero debo decir que Berlín se adapta muchísimo más a mi estilo de vida y a mi forma de pensar que España, ya que aquí, generalizando, lo sé, quien recicla es un hippie, quien es vegetariano come como los conejos y quién se preocupa por el medio ambiente es un corto de espíritu.

Alba Zaragoza De Vincenzo

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