Civismos incívicos

¿Incertidumbre? No, gracias

Las mejores películas son aquellas que consiguen mantenernos en vilo y sorprendernos, las que no son predecibles. También tienden a ser así los mejores libros. Sin embargo, las cualidades que apreciamos en el cine y la literatura nos dan pánico en nuestra vida cotidiana, y nos pasamos la vida buscando certitudes y cerrándole las puertas a la posibilidad de lo inesperado. Nos obsesiona controlar el riesgo, domesticar la vida, eliminar la incertidumbre.

Pero el problema no es sólo que acabamos privándonos de lo que apreciamos en las vidas ficticias que tanto nos llenan. Lo peor es que lo hacemos fatal.

Cuando calculamos riesgos, tendemos a pasarnos o a quedarnos cortos: sobrevaloramos lo altamente improbable a la vez que subestimamos los riesgos más corrientes. Valga como muestra cómo nos relacionamos con los riesgos potenciales a los que están expuestos nuestros hijos (con datos de EE.UU.): según el Departamento de Salud, las cinco mayores causas de daños entre los menores de 18 años son los accidentes de coche, los asesinatos a manos de personas próximas, los abusos sexuales, el suicidio y el ahogamiento. Sin embargo, según la Mayo Clinic, los cinco riesgos que más preocupan a los padres son el secuestro, los asesinos tipo Columbine, los terroristas, los extraños peligrosos y las drogas.

Sea por lo que fuere, en nuestra creciente animadversión a la incertidumbre propia y de los que tenemos cerca, parecemos haber perdido la capacidad de valorar qué es lo que constituye o no peligro, y mientras instalamos videovigilancia en las escuelas, y tornos para controlar las entradas y salidas en los institutos, alegando una poco justificable preocupación por la seguridad, recogemos a los alumnos en coche sin pensar ni un segundo que éso constituye el mayor riesgo objetivo al que les expondremos en todo el día.

Y así, buscando escapar de la incertidumbre, nos lanzamos a 120 km/h por la cerretera de la autocomplacencia. Y aún así, llegamos a casa sanos y salvos. Igual que ayer. Igual que mañana.

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