Civismos incívicos

El problema no es Plataforma per Catalunya

Una de las ‘sorpresas’ predecibles de los resultados del 22m en Catalunya ha sido la expansión territorial del apoyo electoral a Plataforma per Catalunya (PxC), el ‘partido independiente catalán centrado en la seguridad ciudadana y el control de la inmigración’. Ahora los medios y los ciudadanos apoltronadamente bienpensantes están rasgándose las vestiduras: en el cinturón de Barcelona ya no se lleva el rojo, sino el azul-muerte.

El teatro de la indignación, debo confesar, me deja fría. Qué fácil es mostrar desdén e ilustrada incomprensión por los trabajadores que, en su ignorancia (cómo no), votan opciones que se sitúan fuera de los límites de lo aceptable.

Los límites de lo aceptable, sin embargo, no los ha roto ni PxC ni las personas que les han votado. Los límites de lo aceptable los rompieron los que en su momento no se rasgaron las vestiduras ante propuestas anticonstitucionales como la posibilidad de no dar cobertura sanitaria y educativa a las personas sin documentación; ante propuestas que vulneran el estado de derecho como exigir ‘certificados de buena conducta’ a unos y no a otros, o que algunas penas sean diferentes para ‘autóctonos’; ante afirmaciones como que ‘los inmigrantes han traído enfermedades ya erradicadas’ o ‘colapsan los hospitales’.

Ninguna de estas propuestas o afirmaciones ha salido de candidatos de PxC. Todas las han articulado miembros de partidos ‘respetables’, normalizando la utilización política del miedo al otro y llevando los límites de lo aceptable hasta el peligroso territorio de la extrema derecha. Cada vez que un político ha decidido jugar con el populismo y la mano dura para ganar votos, cada vez que un periodista ha preferido dar cancha al miedo para conseguir más share, los límites de lo aceptable en democracia se han ido atrofiando.

Porque, al final, PxC es una fuerza residual y con un voto muy poco ideológico. La PxC cosecha sus mejores resultados en los comicios municipales, pero pierde gran parte de los votos en consultas autonómicas (ver post 'Promesas incumplibles'). Entre 2007 y 2011, además, en los municipios en los que el partido lleva más tiempo teniendo un cierto papel en política, lo que se ha ganado entre los dos comicios locales (cuando ha ganado algo) no es más que un puñado de votos . Sólo es significativo el avance en Manresa, por ejemplo, con 852 votos más, pero tanto como el de Cervera, dónde se han perdido 349 votos de los 639 cosechados en 2007. La presencia institucional, pues, tiende a erosionar a Plataforma, y su voto es poco fiel.

Así que el problema no es ni PxC ni el 1,80% del electorado de Catalunya que les ha votado. Catalunya no es más facha hoy que ayer. En realidad, y cómo constatan algunos trabajos aún escasísimos  sobre el electorado de la PxC (como el proyecto de tesis de Aitor Hernandez-Carr), para algunos de sus votantes, Plataforma es una alternativa ‘soft’ y no españolista al Partido Popular.

La normalización del racismo, la vinculación permanente y gratuita entre delincuencia y seguridad, y la instrumentalización del miedo para desviar la atención de otros problemas (como la corrupción) no son, pues, patrimonio de PxC. Quienes le están fallando a la democracia no son sólo los que no se preocupan de saber qué votan (¡o a quién representan!), sino también, y principalmente, los que hace tiempo que desprecian desde tribunas públicas, y en nombre de la seguridad, los pilares mismos en los que se basa la construcción de la democracia: la igualdad ante la ley, la presunción de inocencia, la no-discriminación y los derechos humanos.

Así que recompónganse, piensen en qué sociedad quieren para sus hijas e hijos, salgan de su pretendida equidistancia y empiecen a hacer algo para que si algún día las opciones de extrema derecha salen definitivamente de la marginalidad, nos quede algo que valga la pena defender.

Más Noticias