“Mi sueño no es ser mantero: soy pescador”

Senegal
"David contra Goliat". Pesquero en la Bahía de Dakar. Fotografía: Mar Joaniquet

Mar Joaniquet (@marjoaniquet) / Iboulaye Ndiaye

  • La renovación del acuerdo pesquero de la UE con el Gobierno de Senegal empuja a su población a la migración forzosa
  • "En Senegal han vendido el agua, la electricidad... y ahora el mar. ¡Se ha vendido todo!", protestan desde el Sindicato de Manteros de Barcelona

"Los acuerdos pesqueros han hundido la pesca artesanal en mi país. Tuvimos que abandonar nuestra profesión de toda la vida y exponernos a los peligros de la migración forzada. Es por eso que estamos aquí". Son las palabras de Daouda Dieye, de origen senegalés y portavoz del Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes de Barcelona, conocidos popularmente como "Sindicato Mantero".

Como Dieye, muchos migrantes económicos han atravesado tierra y mar hacia Europa después de un viaje lleno de sufrimiento y de peligros; una estrategia de supervivencia que a su vez se cobra vidas en el intento. Actúan así como consecuencia de los procesos de globalización económica, comercial y de los planes de ajuste estructural que se han impuesto por países occidentales.

Los acuerdos comerciales y la actividad de las empresas multinacionales que se han instalado en sus países han saqueado a la población local de sus recursos básicos y necesarios y destruido su equilibrio sociocultural. Estas compañías acaparan sus tierras que destinan a monocultivos para los mercados internacionales, extraen sus minerales para exportarlos sin beneficiar a su población, y cuando se trata de países con acceso al mar, también explotan su riqueza pesquera.

Senegal
Los jóvenes pescadores tejen las redes a la espera de poder salir a pescar. Cada vez se acorta más la época del año que hay suficiente pescado para poder pagar el combustible (Sant Louis) . Fotografía: Mar Joaniquet

Un ejemplo son los acuerdos bilaterales de pesca firmados entre Senegal y la Unión Europea (UE), que inciden en el expolio de recursos marinos desde finales de los años 70. La pesquería de la UE entraba ya en competencia directa con las embarcaciones artesanales senegalesas.  El 18 de noviembre de 2020 el Parlamento Europeo renovó el protocolo  que da acceso a las aguas de Senegal a buques de España, Francia y Portugal durante un periodo de cinco años: permite faenar en la zona a 45 barcos europeos, 29 de ellos españoles. Se enmarca dentro de los Acuerdos de Colaboración de pesca sostenible (ACPS), que dan entrada a dos buques arrastreros españoles que destruyen el ecosistema arrasando el fondo marino. Se oculta el impacto negativo que agreden estos acuerdos a los lugareños, sin recibir ninguna compensación.

Impacto local y migración

La pesca artesanal tiene un fuerte peso social en Senegal: aporta aproximadamente las tres cuartas partes del consumo de proteínas de origen animal y emplea alrededor de 600.000 personas según investigaciones de Greenpeace en la región. Sin embargo se ha visto perjudicada, hasta el punto que los pescadores y otros trabajadores que dependen del sector, no pueden subsistir ni mantener a sus familias. Si se reducen las capturas, se pierden puestos de trabajo y los precios aumentan, y esto incide también en su supervivencia. A las décadas de sobrepesca y a inacción del gobierno senegalés hay que sumar en los últimos años la instalación de la creciente industria de harina y aceite de pescado por parte de compañías internacionales, sacando a la población local el pescado del plato para alimentar piscifactorías, cerdos o aves de corral en mercados lejanos.

Mientras se renuevan estos acuerdos, se conoce que el aumento de la presión por parte de las flotas pesqueras internacionales en países de África occidental como Senegal tienen un grave efecto en el empleo, la economía y la seguridad alimentaria, lo que está provocando que cada vez sean más las personas que se vean obligadas a emigrar aun teniendo el riesgo de jugarse la vida durante la travesía.

Senegal
Pueblo pesquero de Kayar (Senegal). Ngala Guiey se lamenta de la escasa colecta tras invertir en combustible y muchas horas. Fotografía: Mar Joaniquet

Ngala Guiey está afectado directamente. Es pescador y vive en la población de Kayar, y ha visto como una de estas fábricas se acaba de instalar en la entrada del pueblo, la empresa española Barna -líder en la producción de derivados de pescados para la alimentación animal-. Los lugareños se han opuesto a esta nueva instalación, pues ven cómo su alimento y sus empleos corren peligro, incluido el de las mujeres que procesan y secan el pescado, el de los transportistas y comerciantes. "Nos han ofrecido dinero para que no protestemos", cuenta.

Los jóvenes de la población de Kayar, mientras reparan las redes sobre la arena, aseguran: "No podemos salir a pescar ni mantener a nuestras familias, que es nuestra tradición. Si pudiéramos trabajar, no querríamos dejar a los nuestros ni salir del país". Su patrón Abdoul Diouf, ya no puede pagar los créditos de la gasolina, cada vez más necesaria para encontrar algo de pescado en la lejanía de la costa, a más de 50 kilómetros. Hay días que regresaban sin haber capturado nada.

Senegal
Los niños recogen los peces que se les caen en el camino a los porteadores que llevan el pescado desde las barcas hasta los camiones para su distribución (Joal, Senegal). Fotografía de Mar Joaniquet

En los últimos días, muchos pescadores se han lanzado al mar en sus pateras tradicionales, convertidas en "transporte de la desesperación" para intentar llegar a Europa. Se suman agricultores que les acapararon sus tierras y estudiantes con masters que no encuentran salida profesional. Nos recuerda a la "crisis de los cayucos" del 2006, cuando entraron más de 30.000 personas en Canarias. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) constata que al menos 12.000 migrantes llegaron en los meses de octubre y noviembre a dichas islas, tras peligrosos y largos viajes por el Atlántico, y más de 1.800 en la primera quincena de diciembre. En esta ruta muere una persona por cada 20 que llegan. En su proyecto "Migrantes Desaparecidos", la OIM ha registrado más de 500 muertes en los primeros 11 meses de 2020, concentradas en los últimos meses que se contabilizaron. Las pérdidas de vidas este año ya duplican las del 2019. Muchos de ellos procedían de familias de pescadores vulnerabilizadas en Senegal.

Mientras, el presidente de Senegal Macky Sall habla en el Foro de la Paz de su programa de desarrollo comunitario que ha generado inclusión, de la política de justicia y equidad social y territorial, traducido en el acceso al agua potable y electricidad. Pero Dieye exclama desde el Sindicato Mantero: "En Senegal han vendido el agua, la electricidad, la línea móvil y telefónica a Francia. Y ahora han vendido el mar: ¡Nada nos queda, se ha vendido todo!".

Protestas sociales 

La población senegalesa ha reaccionado. Tras la trágica muerte de 480 jóvenes en tan solo una semana, el pueblo dice "BASTA YA", lema que se vio en la protesta de Dakar en noviembre de 2020, con un duelo nacional no guardado por el Estado. Participó el recién creado colectivo #480 en memoria de los fallecidos, cuyas tareas son reclamar la responsabilidad que tiene el Estado y la de sensibilizar a la ciudadanía para que no se arriesguen en la travesía clandestina del mar, sino que se queden para luchar contra el saqueo de los recursos.

Senegal
Mansour Djité en la manifestación del 12 de diciembre por la muerte de compatriotas en el incendio de la nave de Badalona. Fotografía: Mar Joaniquet

Mientras, varias ciudades españolas se han hecho eco del duelo por las víctimas en el mar. En Barcelona ha sido convocado por el Sindicato Mantero, y sus voces han sido claras: "No somos pobres, sino empobrecidos por el sistema; nuestro país es rico, pero si nos roban nuestros recursos nos obligais a salir a buscar la vida". Denuncian las políticas de su Estado senegalés, la falta de oportunidades para poder sobrevivir y el racismo institucional con el que se encuentran cuando llegan a España: una ley de extranjería que sólo les permite regularizarse a partir de los tres años de empadronamiento, y eso si encuentran un trabajo de mínimo de un año a jornada completa.

María Dantas, diputada española de origen brasileño del partido de Esquerra Republicana de Catalunya, ha participado en el acto de duelo delatando que las personas que entran en territorio español por vías no legales y no son deportadas se encuentran en una situación de irregularidad administrativa durante varios años, algunos hasta 15. Ello comporta una violación de los derechos humanos. Sobre la llegada de inmigrantes a Canarias a finales de 2020, ha recibido imágenes de  órdenes de devolución sin firma de letrado ni de intérprete, vulnerando la Convención Internacional del 51 del Estatuto del Refugiado. La Plataforma "RegularizaciónYa" compuesta por más de 150 entidades del estado español, está defendiendo los derechos de estas personas y ha creado una PNL (Proposiciones no de Ley) que se debatió en el Congreso de los diputados, y continúan con iniciativas parlamentarias.

Con el lema "mi sueño no era ser mantero, soy pescador", el Sindicato Mantero presentó en diciembre de 2020 su nuevo diseño de ropa de su propia marca Top Manta: otra forma de denunciar a través de las frases impresas, que explican la razón por la que se ven obligados a migrar y a ser manteros, y que han expuesto en la reciente manifestación de Badalona por los compañeros muertos en la nave incendiada. Mientras, el mismo día en Senegal, todos los pueblos costeros se manifestaron masivamente a pesar de que el presidente tampoco dio autorización para ello, y como medida de presión, dejaron de pescar varios días.

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En el taller de serigrafía del Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes de Barcelona imprimencamisetas con su diseño del cayuco. Fotografía: Mar Joaniquet

Denuncia e iniciativas

La situación descrita se enmarca dentro de un modelo de producción y consumismo capitalista que incide muy negativamente sobre las poblaciones vulnerabilizadas de los países periféricos. Como reacción, se han activado alternativas mundiales en defensa de la Soberanía Alimentaria y de la lucha contra la impunidad de las transnacionales extractivas.

Justicia Alimentaria (VSF), ya en el año 2011 activó la campaña "¡Paren!, aquí vive gente!", en la que exponía que la globalización impulsada por las políticas neoliberales reducía drásticamente los derechos de acceso a los recursos pesqueros de la población local. Tras su investigación, delataba que la mayoría de los barcos que operaban en la costa senegalesa eran de bandera española, como Pescanova (denunciada ya por sus malas prácticas en 2009) y Senevisa.

Otras organizaciones trabajan en la problemática, como Trygg Mat Tracking  que aborda la pesca ilegal en esta región desde 2015, Global Fishing Watch que promueve la sostenibilidad de los océanos, o  Environmental  Justice  Foundation que ya desde el año 2007 denunció que se estaba descargando pescado ilegal en puertos como el de las Palmas de Gran Canaria, cuestión que tendría que importar al gobierno español según declaraba Celia Ojeda, responsable de Océanos y Pesca de Greenpeace. También la FAO en su informe "El estado mundial de la pesca y la acuicultura de 2020" hace especialmente hincapié en la sostenibilidad, y promueve que se sumen más países -60 hasta el momento- a las "Medidas del Estado rector del puerto" destinadas a prevenir, desalentar y eliminar la pesca ilegal no declarada y no reglamentada.

Mientras esta injusticia flagrante está en la agenda de varias organizaciones, los consumidores de la UE (la mayor importadora de productos pesqueros del mundo), tienen el poder de escoger alternativas más respetuosas, como comprar los alimentos procedentes de la pesca sostenible. Iniciativas tales como la campaña #MaresParaSiempre, promueve el sello azul de MSC (Marine Stewardship Council) que  certifica que el pescado que se compra tiene un origen y desarrollo sostenible desde que se captura hasta que llega al consumidor. En 2019 ya colaboraban más de una veintena de empresas en España. Sería oportuno el promover una conciencia a la población receptora de estos productos sobre lo que implica su consumo, incrementando la alternativa de compra de proximidad y de temporada con el fin de no castigar aún más a la alimentación básica y los derechos humanos de las poblaciones ricas en recursos, pero empobrecidas, del Sur.

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Barcas de pesca artesanal, que a menudo se convierten en "transporte de la desesperación" para intentar llegar a Europa. Fotografía: Mar Joaniquet