Basket Beats Borders: el poder del baloncesto para derribar fronteras

Basket Beats Borders
Fotografía: Basket Beats Borders

Laura Sanz-Cruzado (@laura__ese)

  • Una veintena de jugadoras de baloncesto de 15 a 22 años, refugiadas palestinas, han viajado a Italia y España para jugar y concienciar de la importancia de poder moverse libremente por el mundo
  • El baloncesto es una oportunidad para ellas, les aleja de los matrimonios tempranos y les ayuda a centrarse en sus estudios, su crecimiento y su futuro

Todo comienza en el campo de refugiados de Shatila, en Beirut (Líbano). Majdi Majzoub, un pintor de casas palestino nacido en la capital libanesa, decide montar en 2012 un equipo femenino de baloncesto para su hija adolescente y algunas de sus amigas y compañeras de clase. Le encanta el deporte y sabe que a muchas chicas a las que también les gusta se encuentran con las puertas cerradas por ser mujeres. Él quiere abrírselas y se convierte en su entrenador. Cuatro años más tarde, a finales de 2016, el italiano David Ruggini viaja a Beirut para ver la situación de los refugiados sirios en Líbano. Conoce a Majdi y a sus jugadoras y, junto a ellos y su amigo Daniele Bonifazi, pone en marcha un proyecto para abrir aún más puertas al equipo. Las del mundo entero si es posible. Así nace Basket Beats Borders ("el baloncesto derriba fronteras", en español).

Desde entonces, las chicas del Palestine Youth Club han viajado dos veces a Roma (2017 y 2018) y una vez al País Vasco (2019) para jugar e intercambiar experiencias con equipos locales. Pero no solo eso. También para concienciar de la importancia de poder moverse libremente por el mundo y acercar la cultura e historia palestina, además de su vida como refugiadas palestinas en Líbano. En 2015, antes de Basket Beats Borders, estuvieron en Cork (Irlanda). El siguiente destino, previsto para el verano de 2020, iba a ser Madrid, pero el coronavirus trastocó los planes. Por eso ahora publican un recopilatorio solidario destinado a seguir financiando el proyecto hasta que llegue el momento de viajar otra vez.

En el disco, que puede escucharse en formato físico y digital (Spotify y Bandcamp), han colaborado desinteresadamente 52 bandas y artistas —casi todas españolas— de reggae, ska, punk, hiphop y fusión. "La música es genial para visibilizar nuestro mensaje", opina Edurne Batanero, una de las organizadoras de la iniciativa en Madrid, desde donde han ideado y coordinado el recopilatorio, y desde donde esperan poder reunirse pronto con el equipo, ya sea en la capital española o en Beirut. "Nosotras queremos ir y que ellas vengan, pero estamos muy a la espera de lo que pase y de las condiciones para viajar", apunta.

Deporte para superar la discriminación y crear oportunidades

El mensaje de Basket Beats Borders está claro: luchar por la libertad de movimiento de todo el mundo y por el derecho a permanecer o regresar a la tierra de uno. "En un momento en el que Europa cierra sus fronteras y obliga a los y las migrantes a llegar al continente por vías extremadamente peligrosas, violentas e inhumanas, lo que queremos es mezclar culturas, idiomas, experiencias y estrategias deportivas, y celebrar nuestras diferencias y similitudes", explican en su perfil de Facebook.

"El proyecto nació de la conciencia de que las fronteras son barreras que refuerzan la discriminación", cuenta su cofundador David Ruggini. "Depende de dónde hayas nacido, tu pasaporte te abrirá puertas o todo lo contrario. A través de esta iniciativa hemos buscado la manera de superar esta discriminación de una manera activa, mediante el deporte. El baloncesto es lo que nos hace vencer fronteras", aclara. Esa fue la premisa del proyecto, añade el entrenador Majdi Majzoub: "Gracias al deporte, puedes viajar donde quieras. Basket Beats Borders es un muro abierto para nosotros". Y también una oportunidad para las chicas, porque "les aleja de los matrimonios tempranos y les ayuda a centrarse en sus estudios, su crecimiento y su futuro", destaca.

"El baloncesto me ha permitido viajar fuera de Líbano, que era algo que siempre deseé", dice Amena Madani, de 19 años

Es lo que creen también las jugadoras. Para Amena Madani, estudiante de Terapia física de 19 años e integrante del Palestine Youth Club desde hace seis, el equipo y Basket Beats Borders son "una puerta abierta a muchas oportunidades". "Me ha permitido viajar fuera de Líbano, que era algo que siempre deseé y que nunca pensaba que fuese a pasar. Ahora me conocen como la chica que juega baloncesto y eso me gusta", reconoce. Su compañera Lana Abadi, que estudia Tecnología médica de laboratorio, tiene 18 años y juega en el equipo desde hace tres, va más allá: "Para nosotras, el baloncesto es como un mundo aparte de en el que vivimos".

Ayudar dentro y fuera de Shatila

Y el mundo en el que viven estas casi 20 chicas de 15 a 22 años es el de refugiadas palestinas nacidas en Líbano, un país asolado por el coronavirus y la crisis económica. Algunas de ellas —no todas— residen en Shatila, al sur de Beirut, uno de los campos de refugiados más antiguos del planeta. Shatila fue abierto en 1949 para acoger a 3.000 refugiados y refugiadas palestinos y hoy en día alberga a unas 20.000 personas, aunque durante los peores años de la guerra civil siria llegaron a ser 27.000. Sus habitantes no solo proceden de Palestina. También de Siria, Etiopía y Filipinas. Viven hacinados en apenas un kilómetro cuadrado y en pésimas condiciones: sin agua potable, con cortes de electricidad cada dos por tres —un problema en todo el país— y rodeados de ruido y polución.

"Desde un punto de vista urbano, Shatila ha sido absorbido por la ciudad y es un barrio más de Beirut, pero en el imaginario colectivo que tenemos en Europa es la representación de una favela con bloques de hasta siete u ocho plantas", explica David Ruggini. Él fue por primera vez en 2016, y en 2019 varios miembros y equipos de Basket Beats Borders en Roma, País Vasco y Madrid tuvieron la oportunidad de ir para ver a las jugadoras y conocer mejor dónde y cómo viven.

Y es que la iniciativa es como una gran familia que va más allá del deporte, reconocen. "No solo somos chicas que juegan baloncesto y únicamente se ven en la cancha, sino que pasamos mucho tiempo juntas y hacemos muchas cosas además de jugar", cuenta Amena. Esa es la clave, según el entrenador Majdi: "Si no trabajásemos como familia, no habríamos llegado hasta aquí. El deporte te enseña a ser bueno con tu entorno", asegura.

"Como refugiados también podemos ayudar a los demás gracias al deporte. Es lo que queremos: hacer más por la sociedad tanto fuera como dentro de Líbano", afirma el entrenador Majdi Majzoub

Ellas son el ejemplo perfecto. Desde que empezó la pandemia han repartido entre su comunidad más de 2.000 mascarillas y cientos de alimentos. Son un equipo, no una asociación, pero eso no les impide ayudar a toda la gente que pueden. "Somos refugiados, pero como refugiados también podemos ayudar a los demás gracias al deporte. Es lo que queremos: hacer más por la sociedad tanto fuera como dentro de Líbano", afirma el entrenador. Lana piensa igual: "Nosotras estamos listas para ayudar a los demás tanto como nos han ayudado a nosotras. No creo que ningún otro equipo de baloncesto esté tan vinculado a la sociedad".

Y aunque ahora la situación exige esperar y pensar próximos pasos y maneras de verse, tienen claro que les queda mucho por recorrer. "Nuestro proyecto no es solo para uno o dos años. Trabajamos a largo plazo y queremos hacer muchas cosas en el futuro", dice ilusionado Majdi. Si todo va bien, Madrid será su siguiente parada, pero también les han contactado de Bosnia y Nueva York. No hay fronteras que valgan para ellas.