Con negritas

Los beneficios de la banca en tiempos de turbación

Anda quejosa la banca porque sus beneficios bajaron en 2008. Las cinco entidades más grandes (Santander, BBVA, la Caixa, Popular y Caja Madrid) ganaron un 19,3% menos que el año anterior. Pero, aún así, se embolsaron 17.590 millones de euros; esto es, casi tres billones de pesetas. Sólo ellas cinco.

Además, su resultado recurrente, el derivado de la actividad estrictamente bancaria, siguió creciendo. Y lo hizo muy por encima de la inflación: de 17.800 millones pasó a 18.648, con una mejora del 4,7%. Ni las dificultades de acceso a la financiación ni las restricciones al crédito ni la creciente morosidad impidieron que su negocio natural continuara siendo altamente rentable.

De esos beneficios, más del 50% correspondieron al Santander, que ganó casi 9.000 millones de euros, lo que equivale, sin ir más lejos, a la mitad del presupuesto de todo un año de la Comunidad de Madrid. El banco de EMILIO BOTÍN le sacó varios cuerpos de ventaja a su inmediato perseguidor, el BBVA, con algo más de 5.000 millones.

Estas cifras se refieren al mismo periodo en que España ha recorrido al galope la distancia que media entre la crisis y la recesión. Un tránsito en el que ha tenido mucho que ver la negativa de los bancos a mantener los anteriores niveles de liquidez del sistema, que tanto ha contribuido al estrangulamiento actual de la economía.

El propio Botín defendió recientemente esa actitud alegando que sería "irresponsable" concederle un préstamo "a quien no puede pagarlo". Cosa que sería aceptable si no lo dijera el más conspicuo representante de un sector que ha repartido dinero a manos llenas cuando las perspectivas eran buenas, hinchando a veces incluso el valor objetivo de las operaciones.

Sus declaraciones de la semana pasada han avivado el debate sobre los beneficios bancarios en momentos de tribulación como los que ahora padece el mundo entero. Unos beneficios que son convenientes, por qué no; pero igual de convenientes, como mucho, de lo que pueden serlo el déficit cero o el pleno empleo.

Lo relevante en este debate no es si los beneficios de la banca son buenos, sino en qué contexto se producen. Porque no parece de recibo que engorden sin cesar mientras las empresas mueren de inanición financiera y vamos camino de los cuatro millones de parados.

Dinero de todos

Hay una circunstancia especialmente irritante a propósito de los resultados de la banca. El Estado le ha facilitado casi 20.000 millones en los últimos meses para oxigenar la economía a cambio de activos. Ese dinero, sin embargo, no está llegando a sus destinatarios por el miedo que las entidades tienen a que luego no se lo devuelvan. ¿A qué se dedica entonces? ¿A sanear los balances? Es lógico que los ciudadanos reclamen su derecho a saberlo.

Más y más ventajas

Las entidades alegan en general, como Botín, que no se dan las circunstancias favorables para conceder más créditos. Suponiendo que eso fuera así, no hay noticias de que ninguna de ellas haya acudido al Tesoro para entregar intactas las ayudas públicas que recibió. Ninguna. Antes al contrario: lo que han hecho todas es pedir un trato más favorable; por ejemplo, para colocar en el mercado las nuevas líneas de financiación que ha abierto el ICO.

Una lección no aprendida

Quizás la codicia forme parte del ADN de la banca, como la creencia popular tiene asumido con razón. Pero es sorprendente que las consecuencias recientes de esa codicia, que tardaremos muchos años en superar, no hayan servido de escarmiento. Los bancos, privados o públicos, son imprescindibles para la economía, que no puede funcionar sin ellos. Y viceversa, por supuesto. Pero, a fuerza de exprimirla, corren el peligro de acabar con su gallina de los huevos de oro.

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