Con negritas

El final de un vodevil del que nadie sale bien parado

Con la incorporación de RODRIGO RATO a la presidencia de Caja Madrid se cierra uno de los capítulos menos edificantes de nuestra reciente historia financiera. Un capítulo que empezó a escribir ESPERANZA AGUIRRE hace año y medio, cuando se hartó de la falta de permeabilidad de MIGUEL BLESA a sus sugerencias. La negativa de este a gastarse un dineral en los derechos deportivos de los grandes clubes de fútbol de Madrid para que los explotara la televisión autonómica. Su determinación de vender el paquete que Caja Madrid tenía en Endesa contra la voluntad de la presidenta, enemiga de que los ENTRECANALES y la italiana Enel tomaran el control de la eléctrica. La insistencia de Aguirre en colocar a personas de su confianza en el consejo del holding Cibeles, como ÁNGEL ACEBES o MANUEL LAMELA... Todo ello fue envenenando poco a poco la relación entre Aguirre y Blesa, que al final ha pagado con el cargo la numantina defensa que en los últimos tiempos ha hecho de su independencia. Lo que, por cierto, no deja de ser paradójico teniendo en cuenta que él también llegó a Caja Madrid en 1996 gracias a una decisión política; en su caso, de JOSÉ MARÍA AZNAR, con quien había velado las primeras armas, recién aprobada por ambos la oposición a inspectores de Hacienda.

La guerra en Caja Madrid ha puesto en entredicho la sinceridad del mensaje liberal que algunos predican desde la derecha. No sólo Aguirre ha confirmado con su actitud que, cuando se gobierna, es difícil resistirse a la tentación intervencionista. También ALBERTO RUIZ-GALLARDÓN ha dado sobradas muestras de que sólo le interesaba impedir que su principal rival política se hiciera con semejante botín, aunque para ello tuviera que poner de nuevo en un brete a su partido. MARIANO RAJOY, en fin, no se ha quedado atrás en este festival de contradicciones, pues con una mano repartía consejos sobre la despolitización de las cajas, mientras que con la otra, en un alarde de coherencia, señalaba descaradamente a Rato como sucesor de Blesa.

Incomprensible actitud
Los socialistas madrileños tampoco han salido demasiado airosos de esta prueba. TOMÁS GÓMEZ, urgido a recuperar el poder en las próximas autonómicas, se alineó primero con Ruiz-Gallardón, para caer finalmente rendido en los brazos de Aguirre a cambio de un simple plato de lentejas. Con tal de conservar sus representantes en los órganos de gobierno de Caja Madrid, el líder del PSM estuvo a punto de aceptar incluso que alguien tan poco recomendable como IGNACIO GONZÁLEZ accediera a la presidencia.

Riesgo de ruptura
CCOO, el sindicato mayoritario en Caja Madrid, ha estado a punto de sufrir un cisma. Su federación de banca era partidaria de llegar a un acuerdo con la Comunidad, bajo el convencimiento de que Aguirre, inevitablemente, iba a ganar la guerra. CCOO de Madrid, en cambio, aunque a la postre cedió, prefirió durante bastante tiempo quedarse fuera del pacto que planteó la presidenta, por vergüenza torera.

Guardia de corps
A base de repartir prebendas, Rato ha conseguido ser presidente de Caja Madrid por unanimidad; pero, como veterano político que es, sabe de sobra que eso no le garantiza en ningún caso un camino de rosas. De ahí que haya tenido la precaución de formar un consejo bien nutrido de fieles (FERNÁNDEZ NORNIELLA, RODRÍGUEZ PONGA, ROMERO DE TEJADA...), que pueden protegerlo en el improbable caso de que algún día se le rebele tan condescendiente izquierda.

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