Consumidora pro nobis

Ejemplos de simbiosis

Aprendimos en clase de ciencias que los animales se podían dedicar al parasitismo o relacionarse de modo simbiótico. El clásico —y asquerosito— ejemplo de lo primero era la tenia, que se comía la mitad del menú de quien la llevaba dentro sin que este se percatara. La simbiosis benéfica era mucho mejor: como ejemplo, el chorlito egipcio, que aprovechaba para rebañar los hilillos de comida sobrante que se le quedaban al cocodrilo del Nilo entre los dientes. Nos decían que esta actividad era buena para los dos: el pajarillo trabajaba de algún modo para el enorme reptil, rebaña que te rebaña, limpiándole la dentadura a cambio de su manutención diaria. Y lo más importante: al concluir su misión siempre salía ileso de las fauces del bicho.

La tarea de obtención de puntos y descuentos en establecimientos o empresas me recuerda un poco a esto. Nuestras carteras están llenas de las llamadas "tarjetas de fidelización" que nos proporcionan puntos al comprar billetes de avión, ensaladas César, libros de bolsillo o discos duros externos. Nosotros nos beneficiamos al cenar cada semana un sandwich de tres pisos pagando parte de él con las divisas de colorines que nos envían, y ellos, a su vez, obtienen nuestra fidelidad. Somos chorlitos volando de una empresa a otra con nuestras tarjetas, siempre cumpliendo la misión compradora que nos ha sido encomendada; nunca poniéndoles cuernos, optando siempre por comernos la ensalada de pollo donde ellos nos recomiendan para así obtener nuevas bonificaciones. Pero hemos de estar tranquilos: según las leyes de la naturaleza, estas empresas nunca nos pegarán una dentellada.

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