Consumidora pro nobis

Un disfraz llamado revista

Puestos a ser metidos en nichos de mercado, se nos puede colocar en un grupo o en otro según nuestra relacion con las revistas: podemos considerarlas una lectura de usar y tirar, o ser de los que, a base de atesorarlas, consiguen formar un dibujo coherente con sus lomos. Ya pertenezcamos al primer colectivo o al segundo, parece claro que en esta época de vacaciones descubrimos por primera vez muchas de ellas, tentados por su presencia en no-lugares como aeropuertos o estaciones, donde la espera insta a matar el tiempo.

Si bien los profesionales de la edición se quejan de que este no es país para revistas y se lamentan al ver que muchos proyectos editoriales en ese formato no acaban de arraigar, pareciera que cada hipotético lector contase en España con una revista especialmente concebida para él o ella. A modo de ejemplo, en el sector decoración encontramos publicaciones para los propietarios de lofts, para los que tienen parcelita, para los que sólo cuentan con 40 metros cuadrados de vivienda, para los que son apañados y practican el bricolaje o para los que quieren que sus apartamentos parezcan cottages estilo Tudor. Tanta especialización nos llama con sus cantos de sirena, y saber que para cada una de nuestras facetas existe una publicación plagada de "santos", apta para ser doblada, pintarrajeada o, en su defecto, atesorada celosamente, nos parece como mínimo excitante.

Para nuestro lado marujo que nos llama en ocasiones a fijarnos en las vidas caóticas de los famosetes (que tire la primera piedra quien nunca haya sentido esa pulsión) hay cientos de publicaciones ad-hoc; existen también las que colman nuestro deseo de ser geeks y nos desvelan todos los adelantos informáticos, e incluso las que hacen de nosotros señores oficialmente exitosos —aunque seamos mujeres—, eruditos en enología e interesados por la indumentaria adecuada para practicar la caza menor. Cada revista es, a su modo, un disfraz que nos permite asomarnos a un mundillo ilustrado y decidir que durante un rato formamos parte de él con pleno derecho. En el fondo, el veraneo en lugares ajenos a nuestros espacios cotidianos también nos vuelve un poco impostores.  Larga vida, pues, tanto al veraneo como a las revistas.

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