Consumidora pro nobis

Sobredosis de arte

Hasta hace poco, una tienda de fotocopias era un lugar carente por completo de ínfulas artísticas. Sólo en la Facultad de Bellas Artes de Cuenca habían logrado verle el lado arty al mundo del toner y de la Rank-Xerox al establecer allí el Museo Internacional de Electrografía. Pero las cosas han cambiado en la clásica tienda de fotocopias de barrio: en ella, una acepción peculiar de la palabra "arte" acecha donde menos te lo esperas. Ahora, además de fotocopiar y encuadernar mecánicamente, imprimen cualquier tipo de imagen sobre camisetas y lonas y diseñan tarjetas de visita —un poco toscamente, eso sí.

Mientras espero mi turno, asisto a la nueva gama de productos que allí se ofrecen: aparte de las ya manidas fotos de personas warholeadas de cuatro en cuatro o de seis en seis y con colores chillones, hay otra innovación también con nombre de artista; se trata de la lichtensteinización del rostro humano. En esta modalidad fotográfica, la misma niña que sirvió como modelo para las imágenes warholizadas aparece retratada en tamaño valla de publicidad externa sobre un fondo azul cielo, con la melena color yema y la cara blanca salpicada de descomunales puntos rojo varicela, que tratan a duras penas de emular el efecto aerógrafo.

Expuestas en la pared, las camisetas decoradas siguen su propia lógica estética: entre los mensajes divertidos impresos sobre ellas destaca, no por su actualidad pero sí por su frecuencia de aparición, el majestuoso "¿Por qué no te callas?", con el NO grandote y coronado por una idem igualita que la del logo de Correos. Lejos de sufrir el síndrome de Stendhal ante tanto arte contenido entre las paredes con gotelé del local, rezo laicamente para que me atiendan pronto y pueda escapar de ese gran malentendido estético.

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