Crónicas insumisas

No hay Paz sin justicia social

Tica Font

Directora del Instituto Catalán Internacional por la Paz y miembro del Centre Delás d’Estudis per la Pau

A mediados de los años 60 Johan Galtung diferenció entre paz negativa, definiéndola  como ausencia de guerra y paz positiva como una paz en la que no existe violencia. Con esta definición la ausencia de guerra no prefigura una sociedad en paz. Galtung definirá tres clases de violencia, la violencia directa: cualquier forma de agresión física o psicológica, asesinato, tortura, malos tratos, asedio, etc.; la violencia estructural, como aquella que forma parte de la estructura social e impide cubrir las necesidades básicas de las personas, el paro, dificultades para acceder a la sanidad, a la educación básica, a la vivienda, o a los alimentos; y la violencia cultural basada en los valores imperantes en nuestra sociedad y que se utilizan para justificar o legitimar la violencia estructural o directa.

Desde esta concepción no podemos afirmar que nuestra sociedad viva en paz. Desde el momento en que en España, según diversos informes, más de tres millones de personas viven en situación de pobreza severa, pues disponen de menos de 300 € al mes; más de doce millones de personas viven en situación de pobreza; 636.000 hogares no tienen ningún tipo de ingreso; miles de niños no tienen asegurada una alimentación equilibrada diaria; el número de pacientes que aguardan para ser intervenidos quirúrgicamente cada día es mayor; el número de personas sin hogar aumenta; los jóvenes más preparados emigran o las actitudes xenófobas crecen. Entonces, ciertamente, en España no vivimos en paz.

En definitiva, vivimos sometidos a una enorme violencia estructural contra los más desfavorecidos, producto de las desigualdades producidas por un orden económico y social injusto que impide cubrir las necesidades básicas vitales. Muchas de estas personas tendrán una esperanza de vida inferior a la media, morirán antes de lo que podría haber sido normal y no es porque una persona concreta las mate, no vamos a poder acusar a nadie de asesinato; es la propia organización social, la manera en que se reparten o distribuyen las riquezas del país, las prioridades y objetivos que se marca el gobierno de turno, los que provocarán que millones de personas vivan sin protección. Un ejemplo, un reciente estudio realizado en Barcelona pone de manifiesto que la esperanza de vida entre un barrio habitado mayoritariamente por clase alta y otro de clase baja, presentan una diferencia de siete años.

La violencia estructural  requiere de una serie de valores y de mensajes para presentarla como normal, necesaria o inevitable. Así, se nos presenta a los desfavorecidos como culpables de su propia situación. La violencia estructural, para ejercerla requiere de la violencia cultural, que se ejerce desde la ideología dominante y que se transmite a través de la educación formal, los medios de comunicación, los productos culturales u otros elementos del universo simbólico para legitimarla.

La situación es tan dramática que nuestros gobernantes tienen miedo a la protesta masiva y generalizada, tienen miedo a las exigencias de mejor y mayor redistribución, tienen miedo a que tengan que promover leyes que aseguren un pequeño aumento de la protección social, porque ello significa reducir los privilegios de las elites, y si las elites se quedas descontentas con los gobernantes, van a perder su protección.

Es desde esta perspectiva, que los gobernantes tienen miedo a las protestas en la calle, a las protestas en las redes sociales y por ello ya están preparando la reforma del código penal, reforma que contempla un aumento de las penas por desorden público, actos considerados violentos en manifestaciones, escrache, etc. A su vez que se preparan para espiar a los ciudadanos masivamente, a la caza y búsqueda de líderes sociales o de movimientos sociales de protesta.

Podemos afirmar que a pesar de no estar viviendo bajo el sufrimiento de una guerra, que a pesar de no estar viviendo la represión de una dictadura militar, o la represión de una forma de gobierno autárquico, no vivimos en paz. La paz es un estamento superior que solo se consigue con el pleno desarrollo de la justicia social y los derechos humanos para toda la ciudadanía sin discriminación y sin ninguna clase de violencia.

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