Crónicas insumisas

Siria, tres años después

Pere Ortega
Centre Delàs d’Estudis per la Pau

Hace tres años, la población de Siria, contagiada por las revueltas populares del resto de países del Norte de África y del Próximo Oriente salieron a la calle pidiendo libertades democráticas y mayor justicia social. Así comenzó la revuelta popular contra la dictadura de Bachar Al Asad. La respuesta del régimen fue  brutal, Al Asad mandó al ejército a reprimir las protestas, y al contrario de lo ocurrido en Túnez y Egipto, donde el ejército se negó a disparar contra los manifestantes, en Siria se empleó con saña contra la población indefensa que protestaba. Algunos opositores tomaron las armas e iniciaron la lucha armada que desembocó en guerra civil.

A día de hoy el resultado de esta guerra arroja más de 140.000 muertos, nueve millones entre desplazados y refugiados, miles de prisioneros y desaparecidos. La dificultad para encontrar solución a la guerra de Siria radica especialmente en el carácter del conflicto, que si bien se inicia como un conflicto interno, pronto toma un alcance internacional donde se juegan muchos intereses, tanto de las potencias. Rusia que apoya al gobierno de Al Asad, mientras que EEUU, Reino Unido y Francia apoyan a los rebeldes, a los que se añaden diferentes países de la región, como Turquía, Arabia Saudita y Qatar; Mientras Irán, el gobierno de Irak y las milicias libanesas de Hizbollah apoyan a Al Asad; no así grupos jihadistas y salafistas que provenientes de múltiples países luchan al lado de los rebeldes sirios. Sin olvidar a Israel, que sin duda prefiere un déspota como Al Asad con quien mantiene un statu quo, que unos rebeldes que le son manifiestamente hostiles.

Las dificultades para resolver el conflicto se multiplican cuando los grupos rebeldes no están unidos en un único frente, pues los enfrentan intereses políticos diferentes, unos reclaman libertades, mientras otros demandan un estado islámico regido por la sharia; a las que se añaden otras corrientes religiosas enfrentadas; o  reivindicaciones como las del pueblo kurdo que reclama la autonomía para su región.

Es decir, la guerra civil de Siria, a pesar de ser catalogada como un conflicto interno no lo es. Se trata de un conflicto internacional debido a la comprobada injerencia diplomática, de apoyo político, de ayuda militar y de armas; de apoyo logístico y económico proveniente de todos los países y agentes antes mencionados; y multidimensional, hay cuestiones estratégicas, religiosas y de geopolítica.

Todos estos hechos dificultan enormemente una resolución del conflicto, pero no por ello se debe dejar de reclamar. Hay que denunciar a las grandes potencias que juegan al ajedrez en el tablero de Siria. Hay que pedir a Naciones Unidas que se implique en convocar de nuevo una Conferencia de Paz con todas las partes implicadas para conseguir un alto el fuego entre las partes y poner fin a los ataques a la población civil; que se frene la ayuda militar y el comercio de armas. Una Conferencia que abrirá el camino de unas negociaciones para resolver el conflicto de Siria.

Mientras eso no ocurre, España y los países de la Unión Europea deben prestar ayuda humanitaria urgente a la población siria, y en especial a los desplazados y refugiados, así como conceder asilo a los refugiados sirios en Europa.

No vivimos, como algunos pretenden, en un mundo bipolar, sino multipolar. Igual nos afecta la crisis de Ucrania, como la de Siria. Los conflictos deben prevenirse, en Ucrania y Crimea es posible; en Siria es urgente que la Comunidad Internacional detenga la barbarie, los medios existen, solo es cuestión de ponerlos en marcha.

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