Crónicas insumisas

La OTAN al ataque (1)

Pere Ortega, Centre Delás de Estudios por la Paz

En Gales, se han reunido los jefes de estado de la OTAN bajo la presidencia de su jefe supremo, el presidente de EEUU, Barack Obama. La reunión abordaba el enfrentamiento occidental con Rusia por la crisis de Ucrania, también el auge del yihadismo y en concreto como hacer frente al Estado Islámico en Irak y Siria.

Pero es el enfrentamiento con Rusia el conflicto que más preocupa a los 28 estados miembros de la OTAN, porque se produce en el interior de Europa y con Rusia, el estado heredero del que fuera enemigo principal de la organización, la URSS. Este es un conflicto que entusiasma a la OTAN, pues le da sentido, alas y le asegura su pervivencia. Digo esto, porque según mi parecer, este organismo estaba en crisis permanente desde la desaparición de su enemigo, el Pacto de Varsovia, y que a pesar de haber redefinido su estrategia en 2010, con la aprobación del Nuevo Concepto Estratégico y pasar de ser un organismo defensivo del área del Atlántico Norte, a  convertirse en ofensivo y dispuesto a actuar en todo el planeta, nunca ha sabido afrontar sin divisiones las diversas crisis que ha habido tras la desaparición de la URSS.

Crisis que siempre han venido por las desavenencias internas entre los estados miembros de la OTAN en cómo enfocar y resolver los conflictos donde intervino. Entre otros, destaco los más visibles. En Serbia, en 1999, hubo fuertes discrepancias en cómo se llevaron a cabo los ataques sobre Belgrado (bombardeo de la TV y embajada China); en Afganistán, tras el 11-S de 2001, EEUU activó el artículo 5 del Tratado que exige a los países miembros acudir en defensa del país atacado. Pero las reticencias internas entre los estados socios hicieron que EEUU finalmente desestimara esa opción y optara por iniciar los ataques al mando de una coalición internacional al margen de la OTAN. Posteriormente la OTAN se involucró, pero en un papel subalterno y dónde cada país intervino con roles diferentes, unos en combate directo, otros, como España, dedicados a la reconstrucción de estructuras civiles. Unos y otros, desde luego, legitimando la ocupación y apoyando la guerra.

Ante el conflicto surgido en Ucrania, la OTAN ve de nuevo una oportunidad para legitimarse como organización militar ante la Rusia de Putin. Pero las cosas no han sido fáciles. De nuevo han surgido las divergencias entre los 28 estados con visiones muy diferentes de cómo afrontar la crisis con Rusia. Mientras que EEUU, sin demasiados intereses económicos en Rusia, apuesta fuerte por endurecer la beligerancia con el apoyo explícito de los países que pertenecieron al bloque soviético, que dicen sentirse amenazados por la intervención de Rusia en Ucrania. Los intereses económicos entre Rusia y Europa occidental son muy importantes, el gas que proviene de Rusia y los flujos comerciales e inversiones de Europa occidental en Rusia los convierte en países muy interdependientes. Las primeras sanciones a Rusia tuvieron una respuesta contundente por parte de Putin, las frutas y verduras europeas no entrarán en Rusia.

La cumbre de la OTAN ha finalizado con el acuerdo de crear una Fuerza de Intervención Inmediata de 5.000 efectivos dispuesta a entrar en acción en pocos días en el flanco oriental frente a Rusia, también en el sur. Hecho de poca trascendencia, pues ya se disponía de una Fuerza de Acción Rápida que hasta la fecha nunca había actuado, por lo tanto es lo mismo pero cambiándole el nombre. También se han dispuesto nuevas sanciones económicas a Rusia, que de llevarse a cabo: prohibición a las entidades financieras europeas de participar en créditos sindicados con empresas donde el estado ruso participe con un 50% (Gazprom y tantas otras), si se llegan a implementar (eso está por ver), tendrán una respuesta contundente por parte de Moscú y pueden afectar gravemente a la economía europea. Rusia ya ha dejado entrever que se podrían aplicar restricciones del espacio aéreo ruso a compañías europeas y de nuevo más restricciones comerciales.

Por último, Obama ha reclamado, una vez más, que ante los actuales desafíos de Rusia y el Estado Islámico los estados de la OTAN incrementen el gasto militar hasta llegar al 2% del PIB. Estos lo han aceptado a regañadientes aduciendo la crisis y la lenta recuperación de la economía europea y han aceptado llegar a ese objetivo en  diez años. Eso el tiempo dirá si se puede llevar a cabo, pues la realidad siempre es más tozuda que las promesas. Aunque aquí, los estados europeos tienen la oportunidad de hacer aflorar aquellos gastos que siendo militares tienen repartidos (o escondidos) entre otros Ministerios. España tiene hoy un gasto militar real que ronda el 1,6% del PIB y en cambio el gobierno afirma que es del 0,7%.

Respecto del conflicto de Ucrania señalar tan solo una cuestión: los países de la Europa occidental han sido de una ingenuidad irresponsable al pensar que Putin permitiría el desafío de que Ucrania, tras la revuelta de Maidan, se arrojara en brazos de la UE y la OTAN. Ya lo demostró en el conflicto en Osetia del Sur y Abjasia en 2008, cuándo envió sus tropas y derrotó la incursión militar de Georgia, que por cierto, también quería entrar en la OTAN. Sobre todo porque en Crimea, Rusia tiene su principal base naval en Sebastopol, de gran importancia estratégica pues le permite la salida al Mediterráneo, dónde, además, al igual que en el sudeste, Lugansk y Donestk, son de mayoría de población rusa. Solo una situación negociada entre las partes Rusia, Ucrania y rebeldes puede solucionar ese conflicto, como así parece va a ocurrir. (continuará)

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