Crónicas insumisas

Muhammad Ali el insumiso

Pere Ortega, Centre Delàs d'Estudis per la Pau

Muhammad Ali/Cassius Clay nos ha dejado. Con él se va uno de los héroes/mito de una generación, al menos de la mía, la de los años 1960, entonces mi juventud. Héroe por diversas razones, por las batallas que ganó, unas en los rings como boxeador, otras en el ámbito social y político como agitador en defensa de los derechos civiles de los negros, y en el antimilitarismo como insumiso al negarse a ir a la guerra del Vietnam.

A mi padre le gustaba el boxeo y de chiquillo me hablaba de Primo Carnera, Joe Louis, Marcel Cerdan o Jack Dempsey, eso dejó una semilla en mí que no germinó hasta que vi boxear a Muhammad Ali, entonces Cassius Clay. Ali era, cuando empezó a boxear, el primero que subía al cuadrilátero y no se cubría con los puños los ataques del contrario, mantenía la guardia baja mientras bailaba con las piernas esquivando los golpes del contrario que intentaba alcanzarle persiguiéndole por todo el ring. Ali con sus fintas y bailes le extenuaba mientras le iba propinando golpes hasta conseguir el KO final. Era algo insólito en un peso semipesado que había conquistado una medalla de oro olímpica en 1956, y que después continuó como peso pesado cuándo conquistó en 1964, el título mundial frente a un temible, por su envergadura, Sonny Liston (en Youtube se puede ver ese combate). A eso se le añadía la verborrea grandilocuente que vertía constantemente sobre cualquier asunto deportivo, social o político, lo que le convertía en un personaje singular y atractivo. Ali no se andaba con tapujos se proclamaba como el mejor y añadía ser el rey del mundo. Esto para los jóvenes de entonces le convertía en un mito.

Pero no era solo el boxeo lo que nos agradaba de Muhammad Ali, también fue su transformación en defensor de los derechos sociales de los negros. Ali era consciente de la humillación que representaba ser negro en un país dónde a los afroamericanos se les negaban derechos elementales, que vivían segregados, y elevó la autoestima de la población negra. Esto le llegó de su conocimiento de Martin Luther King, pero sobre todo de Malcom X, quién le indujo a defender a sus hermanos de raza y abrazar el Islam. Ali no lo dudó, cambió su nombre de blanco, Cassius Clay, de esclavo como él decía, por el de hombre libre de Muhammad Ali.

Pero tampoco tuvo bastante con defender el orgullo de la contracultura del movimiento Black Power que entonces impregnaba los guetos negros de las ciudades norteamericanas. Cuando fue llamado a cumplir con el servicio militar obligatorio que lo obligaba a ir a la guerra de Vietnam, lo rechazó, e hizo pública su declaración de objetor de carácter político y se declaró insumiso. En 1967, un Tribunal le sentenció a cinco años de prisión, no entró en la cárcel, pero en cambio las autoridades deportivas mediante un artilugio alegal le retiraban el carnet de boxeador y le desposeían del título mundial de boxeo.

Pero Ali no se resignó, sus manifestaciones en los medios en contra de la segregación a la que se veía sometido y sus apelaciones le llevaron a que cuatro años más tarde, en 1971, el Tribunal Supremo le devolviera el carnet de boxeador. Y volvió, desde luego ya no era el mismo joven que saltaba como una gacela en el cuadrilátero, había engordado, estaba más pesado y ahora ya no mantenía la guardia baja como antes, sino que se cubría el rostro. Al verle enfrentarse al oso de George Foreman en Kinshasha, Zaire (hoy Congo), en 1974, todo el mundo quedó asombrado, parecía derrotado y huía de Foreman, pero de manera inesperada le noqueó y recuperó el título mundial. Título que luego volvió a revalidar frente a quién fuera su más temible rival, Joe Frazier, al que ya se había enfrentado en dos ocasiones, perdiendo una y ganado la otra. Ali aún continuó manteniendo el título pero no era aquel joven apabullante en el cuadrilátero, tenía 36 años y finalmente lo perdió en 1978 frente al aspirante Leon Spinks.

En el ring no era el mismo, pero fuera de él sí que lo era. Sus gritos contra las injusticias, en especial las que afectaban a sus compatriotas afroamericanos, contra la segregación y el apartheid racial en Sudáfrica, en favor de la liberación de Nelson Mandela, pero sobre todo manifestándose en contra de la guerra en Vietnam y llamando a la deserción de los jóvenes continuaron manteniéndole en primera página de los medios. Incluso cuando el Parkinson le atacó, mientras pudo, continuó clamando contra las injusticias sociales.

Muhammad Ali fue un personaje atípico, a veces insólito y sus fanfarronadas a muchos no les gustaban, pero fue un rey en el cuadrilátero y en defensa de la justicia social. Sin duda era uno de los nuestros.

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