Crónicas insumisas

Virus, seguridad y perdida de derechos

Tica Font, Centre Delàs d’Estudis per la Pau

Un simple virus, que ni siquiera es un ser vivo nos ha sumergido en una gran crisis sanitaria, económica, social y política. La Estrategia Europea de Seguridad de 2003 y 2008 citan como amenazas a la seguridad de Europa la posibilidad de una pandemia (Sida o Ébola), pero no parece que los estados hayan desarrollado de prevención de esta amenaza. Todo parece indicar qué nos ha pillado sin preparar.

Una vez se vislumbro la gravedad de esta pandemia, la mayoría de los gobiernos, con formas jurídicas diversas, decretaron el confinamiento en casa de la población. Para conseguir que aceptáramos encerrarnos en casa tuvieron que desplegar una campaña comunicativa impresionante. Las metáforas utilizadas eran bélicas: estamos en guerra, guerra al virus, todos somos soldados, venceremos, trincheras, los héroes... las metáforas comunicativas son esenciales para que la población acepte las medidas que el gobierno implantará. En esta pandemia las medidas han sido parar la economía, confinar a las personas y restringir diversos derechos. Durante la crisis económica de 2008 las metáforas eran sanitarias y las medidas inyectar fondos públicos para salvar el sistema financiero.

En Europa no se han producido respuestas militarizadas, el ejercito ha tenido un papel de organismo civil, se ha dedicado a desinfectar espacios públicos y residencias de ancianos. Pero en algunos países de américa latina han aprovechado esta crisis para sacar el ejercito a la calle y que haga funciones de patrullaje y protección a ciertos negocios como el comercio, o reformas legislativas como en Perú para dotar al ejercito de funciones policiales y capacidad de usar las armas en la calle contra la población.

En Europa se han puesto en marcha medidas securitarias, con restricciones de derechos fundamentales, así se nos ha quitado el derecho de movilidad (no podíamos salir de casa salvo para comprar comida o medicamento), el derecho de manifestación, el derecho de reunión o el derecho de ocupar el espacio público. La policía tenia la tarea de impedir, bajo coacciones, que saliéramos de casa y ejerciéramos cualquiera de estos derechos. Estos derechos sabemos que lentamente los iremos recuperando, como ya estamos viendo, pero mi gran preocupación está en prever que parte de alguno de estos derechos no recuperaremos. La experiencia del 11S (crisis terrorismo) nos muestra que hay medidas que se aplicaron en momentos de crisis que no se han revertido como entrar en un aeropuerto con líquidos de más de 100 ml, Guantanamo que nunca ha sido cerrada o el nivel de alerta 5 en Paris, que confiere poderes especiales a la policía.

Otra medida securitaria puesta en marcha, con diferentes intensidades, ha sido el control de población mediante aplicaciones de móvil, unas aplicaciones que de manera voluntaria (en Europa) o de manera obligada (China o Corea del sur) permiten saber si tienes o no el virus, tus movimientos y en caso de tener el virus saber las personas con las que has tenido contacto y aislarlas. En Europa muchas personas fascinadas por las tecnologías voluntariamente aceptan bajar estas aplicaciones, pero con ello estamos contribuyendo voluntariamente a perder el derecho a la privacidad. Recordemos las palabras de Hannah Arendt un gobierno autoritario lo primero que elimina es el derecho a la privacidad. Es necesario que no cedamos derechos, que no nos dejemos fascinar por la tecnología y no aceptemos que el estado impulse e implemente tecnología de control social. No es el estado el que tiene que controlar a la sociedad, es la sociedad la que tiene que controlar al estado.

En una crisis sanitaria como esta es relevante que reflexionemos sobre el concepto de seguridad, que nos formulemos preguntas como: ¿la seguridad de quién? ¿Quién es el objeto de la seguridad? y ¿la seguridad frente a qué? ¿de qué nos tenemos que proteger? Esta epidemia nos muestra que la seguridad como absoluto no existe, que somos vulnerables, que no tenemos que obsesionarnos con el virus, debemos tenerle respeto, ser prudentes, pero no podemos dejarnos vencer por el miedo. En el lenguaje bélico de estos días el enemigo es el vecino, las personas que nos rodean y que son capaces de transmitirnos el virus. No tenemos que caer en estos razonamientos y en estos miedos, nuestra seguridad no pasa por una aplicación que nos diga si a nuestro alrededor hay alguien con virus, nuestra seguridad estriba en tener un sistema sanitario que pueda atendernos, cuidarnos y curarnos en caso de contraer el virus. La seguridad que las personas necesitamos es que ante un infortunio como este la sanidad nos atenderá y el estado nos ayudará económicamente.

Cuando las personas piensan que el enemigo es el vecino que puede contagiarnos surgen reacciones racistas contra chinos, gitanos, contra los pobres o fobias contra el personal sanitario. No nos tenemos que dejar dominar por el miedo, un virus no es un peligro, es un riesgo que hay que asumir y gestionar.

En términos de gobernanza es preocupante el balance que se haga, cuando pase la crisis, ¿Qué gobierno ha sido más eficaz para gestionar una crisis de este tipo? ¿Un gobierno autocrático como el chino o una democracia como Europa/España? Es peligroso que el balance final sea que gobiernos autoritarios son más eficientes en la gestión de crisis que los gobiernos democráticos. Esta crisis incrementará el número de personas que apoyan formas políticas autoritarias, en especial a grupos políticos de extrema derecha, grupos que en el caso español apostaran por una recentralización de competencias y disminuir el grado de competencia de las autonomías.

Aunque estemos medio confinados, hay que volver al activismo social, hay que estar atentos a no perder derechos en aras de la seguridad, hay que estar atentos a no aceptar visiones securitarias de problemas como epidemias, terrorismo, cambio climático o migraciones y definitiva pensar que la Revolución no puede quedarse en cuarentena.

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