Cuarto y mitad

Estamos solas

Nos han abandonado las instituciones que un día creyeron en la igualdad entre hombres y mujeres, y que hoy promueven días de las personas No Binarias (aunque no sabemos en qué se diferencian de las binarias, al menos a juzgar por la foto con que ONU-Mujeres lo celebró el 2020, véase aquí); nos han abandonado los sindicatos, que habían creado Secretarías de la Mujer para luchar contra la discriminación laboral y hoy reservan plazas para para colectivos que representan menos del 0,5% de la población, frente a por ejemplo la discapacidad, que representa el 16%; nos han abandonado los medios de comunicación, más interesados en promocionar el glamour de las nuevas identidades sexuales que en la vulgar desigualdad.

Nos ha abandonado la Academia, deslumbrada por teorías inmovilistas y ocupada como está en producir papers que nadie lee; nos han abandonado los partidos políticos, que incentivaron las cuotas, las listas cremallera y la paridad, y que hoy se dedican a promover leyes de identidad sin analizar las consecuencias que para la sociedad tendrá que cada uno elija su género atendiendo únicamente a la voluntad de cada cual. Nos ha abandonado la justicia, que se permite ver indicios de discurso de odio por afirmar que el sexo biológico existe y es una realidad inmutable ¡quien lo iba a decir!

Nos han abandonado todos aquellos que abrazaron el feminismo cuando vieron que vendía y que era una manera de conseguir votos y seguidores; nos han abandonado los que se llenan la boca con el lenguaje políticamente correcto, los que cambian el genérico masculino por el femenino y hablan de "nosotras" aunque todos los portavoces sean varones y no haya cambiado ni un ápice la distribución del poder. Nos han abandonado entidades, asociaciones y colectivos diversos que exigen que el feminismo incorpore sus reivindicaciones, aunque no contemplen la reciprocidad, dispuestos a descalificar a las feministas que cuestionen sus exigencias.

Nos han abandonado todos los que abominan de la realidad material de los cuerpos sexuados y la sustituyen por interpretaciones cuasi místicas, como si el dimorfismo sexual fuese solo una leyenda, un mito, una invención de cuatro trasnochadas que se resisten a perder sus privilegios y sus cuotas de poder (¡como si las feministas tuviesen poder!).

Estamos solas las que seguimos considerando que el sexo es la base material sobre la que se ha erigido la desigualdad. Las que pensamos que ser mujer no es un sentimiento, ni una esencia, ni una performance que se elige y se repite a placer, sino una de las dos formas de encarnación humana y una posición social que otorga la sociedad por el hecho de nacer hembras y ser las depositarias de la perpetuación de la especie. Una posición social que constriñe, coarta, dificulta, impide la libertad de las mujeres y a las que adorna con todo un rosario de cualidades para que acepten de buen grado su propia subordinación.

Estamos solas las que pensamos que la prostitución – y su adlátere, la pornografía–  es una institución al servicio de los hombres, y que por eso no tienen interés en abolir; las que creemos que la gestación subrogada es una explotación de la capacidad reproductiva cuyos beneficiarios directos son mayoritariamente varones; las que creemos que independientemente de la agenda de cada territorio, no hay feminismos, sino feminismo, y que este es un movimiento emancipatorio que involucra a todas las mujeres en general.

Estamos solas en apoyos tácticos, pero estamos acompañadas de millones de mujeres de todo el mundo que saben que tenemos la razón de nuestra parte y que no vamos a dar un paso atrás.

 

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