Culturas

En busca del chico perdido

DE AQUÍ PARA ALLA// MARTÍN CASARIEGO

Recuerdo –pero soy consciente de que el cerebro a menudo inventa los recuerdos- que en 1981, cuando vi En busca del arca perdida, los espectadores se quedaban a ver los títulos de crédito, como ocurría, diez o quince años antes, con las películas de Bergman, por poner un ejemplo.

Religiones
No me convence ninguna religión, tampoco las laicas, así que pienso que en eso sí ha acertado el cine moderno: en poner al final las interminables listas de nombres y oficios con que empezaban las películas antiguas. Con todo, esa actitud reverencial con la primera entrega de Indiana Jones podría tener sentido: aquel largometraje cambió muchas cosas en el cine. Fue una novedad, una refrescante mezcla de acción trepidante, humor y efectos especiales que aun hoy tiene numerosos imitadores.

Cristales
Veintisiete años después, la cuarta entrega de la saga es muy parecida a las primeras, y por lo tanto, mucho peor. No hay nada nuevo bajo el sombrero de Indy. Y quizá sea peor sin más: sospecho que ha rebajado la edad del público al que se dirige. El guión casi iguala la estupidez del de Piratas del Caribe 3. Un guión de cristal, pero después del batacazo: de cristal hecho añicos. Y total, ¿qué más les da a sus creadores, si ambas son máquinas de ganar dinero que arrasan en EE.UU, en España y en todo el mundo? Por cierto, el desenlace de Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal se parece mucho al de una de las aventuras de Tintín, Vuelo 714 para Sidney. Como Lucas y Spielberg llevan tiempo amenazando con una trilogía sobre el joven reportero, cabe pensar que se trata de algo más que una casualidad. La pena es que, ya puestos a buscar inspiración en Hergé, lo hagan en uno de sus finales más flojos.

Bromas
No me quejo de haberla visto. El error fue mío: ir a ver a mi edad una película para chicos de diez o doce años sin acompañar a un chico de diez o doce años. Y disfruté, a mi manera. Pensando, por ejemplo, en que los chistes sueltos eran flojos, pero la película, en su conjunto, era una broma bastante aceptable. Algunos peruanos –el ministro de Exteriores, entre ellos- se han enfadado por sus errores (por decir uno, que Indiana aprendiera quechua con hombres de Pancho Villa). Su equivocación es tomarse en serio semejante sarta de disparates, cuya simple enumeración desbordaría el espacio de este artículo. Pero es lo que es, y punto. Y yo sabía a qué me arriesgaba. Pretendía encontrar, en la butaca del cine, al chico que en 1981 vio En busca del arca perdida. Y por supuesto, no lo encontré.

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