Culturas

González & Guerra, beatos ya

¿SOY YO O ES LA GENTE? // ANTONIO OREJUDO

Vigésimo quinto aniversario de la primera victoria socialista. Se inicia el proceso de beatificación laica de Felipe González y de su generación. En ‘El País’, un épico relato de aquella noche. En este periódico, una entrevista con Guerra. Y en varias televisiones, González. Tras un cuarto de siglo ejerciendo el poder, a los ‘sesentayochistas’ les cuesta bajarse del escenario. Han empezado a escribir su historia, no vaya a ser que se la escriban otros y el resultado no sea tan favorable.

¿Por qué no va a ser tan favorable?
Porque todos tenemos memoria y google. Un ejemplo: cuando Guerra dice que él nunca quiso poder y que sólo comía galletitas, yo me acuerdo de una vez, en el 88, que le pilló un embotellamiento viniendo de Portugal. Al llegar al trasbordador de Ayamonte intentó colarse porque no llegaba a los toros, pero la gente lo abucheó.  Entonces se volvió a Portugal y desde allí exigió un ‘Mystère’ del Ejército. Afortunadamente llegó a La Maestranza antes de que empezara la corrida, y pudo comerse sus galletitas. Otro: la imposibilidad de renovar el Consejo General del Poder Judicial no está causada solamente por la maldad intrínseca del PP. Algo tendrá que ver la reforma que hizo el Gobierno de González & Guerra en el 85. Reforma que Aznar —todo hay que decirlo— no corrigió porque a él también le vino de perillas.

¿Cómo eran las cosas antes de la chapuza de 1985?
Al organismo que gobierna el Poder Judicial lo elegían mayoritariamente los jueces. Inconvenientes: su legitimidad no emanaba del pueblo (?) y los intereses profesionales primaban sobre los generales. Como ahora, por cierto. Pero el gran inconveniente era otro: el Gobierno no podía meter la mano en un Consejo así elegido. ¡El Poder Ejecutivo controlado por el Judicial! Intolerable. Y reformaron la ley para que todo emanara del Parlamento. Un Parlamento adulterado, convertido en un mercado donde esas dos empresas de nombres tan emotivos —Obrero, Popular—, enjuagan sus intereses de clase. Unas veces los trileros se ponen de acuerdo y otras no. Y así estamos.

¿Y qué podríamos hacer ahora?
Ni idea. No soy especialista y tampoco tengo primos. Sólo sé que en la Administración lo verdaderamente importante —las vacaciones— se decide por el rango y la antigüedad de los funcionarios. Hasta hacerlo por lotería preservaría mejor la separación de poderes. Y siempre será más limpio un sorteo tipo ONCE que un acuerdo suscrito por Zaplana.

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