Culturas

Delicias varias

Yo tampoco entiendo nada // Camilo José Cela Conde

Una cadena de comida rápida de las que llegaron de la mano de la globalización acaba de idear, a título de reclamo publicitario, la hamburguesa más cara del mundo. Contiene ternera australiana, cebolla al champán, jamón de pata negra, balsámico de Módena, mahonesa orgánica, canónigos, pan de azafrán iraní y trufa blanca espolvoreada. Por 120 euros, cualquiera puede presumir de comerse todo un récord. La hamburguesa en cuestión duplica el precio de su predecesora de lujo, cuyos ingredientes no han trascendido.

Triunfo del disparate

El lograr hitos históricos por la vía del disparate no es ninguna novedad. Cuando yo estudiaba para ingeniero, el profesor nos decía que la presa de bóveda de hormigón armado más grande del mundo estaba en España. Pese a que corrían los años del Imperio, el buen hombre no se callaba los por qués: más allá de un determinado tamaño, esas presas no eran rentables. La traducción actual de ese absurdo estaría en el yate propiedad de un jeque árabe –de su exmujer, creo– atracado en ocasiones en el puerto de Palma de Mallorca. Puesto a lograr que fuese más caro todavía, y no sabiendo qué hacer a tal respecto porque contaba ya con todos los gadgets tecnológicos imaginables, le pusieron de oro las letras del nombre. Incluso si se trata de una leyenda urbana, viene al caso.

Tontería y negocio

Pese a la evidencia de que añadir ingredientes muy caros para que suba el precio del plato es una estupidez de muy dudoso resultado gastronómico, la hamburguesa inflacionista parece haberse abierto ya camino. Son legión, dicen, quienes se interesan no acerca de dónde comprarla sino de cómo venderla, cosa que lleva desde la tontería al negocio. De eso va en el fondo el asunto de los vinagres, las reses y los panes exóticos: de hurgar en el mundo de la extravagancia que se vende muy cara.

Menos por más

Cualquier restaurante con ínfulas ofrece vinos de coste similar a lo que cobran los mileuristas a lo largo de un mes de trabajo. Se supone que tal vino será exquisito pero lo más probable es que su verdadero propósito quede cumplido sin necesidad siquiera de comprobar si está a una temperatura aceptable.Una de las maravillas de la cocina balear consiste en medio panecillo apenas tostado al que se restriega tomate de ramallet, se añade aceite de Soller y se sazona con sal marina. Cuesta poco, claro es, pero en algún que otro bar emblemático de Mallorca se le llama llagosta, langosta. Dudo mucho que mereciese ese nombre añadiendo especias de Singapur, pétalos de orquídeas del Amazonas y embutidos de rinoceronte.

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