Culturas

Picasso

DE AQUÍ PARA ALLÁ / MARTÍN CASARIEGO

Casi 400 obras del Musée National Picasso de París se exhiben, hasta el 5 de mayo, en el Reina Sofía de Madrid. Es una oportunidad única de ver el Picasso "íntimo" –las de París son obras de las que nunca se quiso desprender– junto al más "público", el del ‘Guernica’.

Excesivo y compulsivo
Picasso es indiscutiblemente uno de los principales artistas de toda la Historia, y el más famoso del siglo XX. También de los más prolíficos. Empezó a pintar y dibujar desde pequeño, y no paró hasta morir, a los 91 años. Dejó unas 70.000 obras, que se reparten por todo el mundo, aunque, lógicamente, no de forma equitativa. Obsesivo y excesivo, pintó, modeló, esculpió y dibujó compulsivamente. Quizá ya avisó desde la cuna, si tenemos en cuenta que su nombre completo era Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno María de los Remedios Crispín Crispiniano de la Santísima Trinidad Ruiz y Picasso.

El viaje de Picasso
Esta soberbia exposición se abre con ‘La muerte de Casagemas’ (1901), retrato póstumo de un amigo que se suicidó por amor, y en el que la influencia de Van Gogh, en las pinceladas y el color, resulta evidente. Su ‘Autorretrato’, del mismo año, es ya de la época azul, un cuadro extraordinario, sobrio y hermosísimo. Uno se va adentrando en las cuatro salas que la acogen, y pasa por los estudios para la revolucionaria ‘Las señoritas de Avignon’, los cuadros del cubismo analítico y del sintético, las esculturas, el imponente ‘Guernica’ (por cierto, un encargo, dicho sea para quienes creen que los encargos disculpan las obras vulgares), y continúa, y comprende que el viaje de Picasso fue un viaje único, impresionante, que cambió el Arte.

Inflación
Yo tengo un pequeño problema con Picasso: una gran parte de sus pinturas las encuentro horrorosas, y no digamos de sus esculturas. Claro que desde hace tiempo hemos asumido que el arte no tiene por qué ser bello. El final me parece ya el súmmum, veo esos cuadros de 1970 ó 71, como ‘Viejo sentado’, y pienso, ¡por Dios!, ¿cómo es que nadie le paró? En el fondo, el cubismo siempre se me atragantó, pero me ha costado muchos años reconocerlo. Paseando entre caballos, toros y mujeres destrozados me resultaba enternecedor –porque me reconocía en ellos– ver los ímprobos esfuerzos de la gente por conseguir que todo Picasso les gustara. La mayoría lo conseguía. Pensaba en ese número, 70.000, y me imaginaba al andaluz en su taller, haciendo billetes falsos. Cierto es que entre tanta inflación muchas de sus obras bastan para considerarle un genio, y eso es lo único que de verdad importa.

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