Posos de anarquía

El niño que quiere ser ministro

Hoy los medios se hacen eco de cómo la música ha sido prohibida por los fundamentalistas islámicos en Malí, considerada por muchos la cuna del blues. La justificación para enmudecer a un pueblo en el que la música juega un papel espiritual no es otra que seguir al pie de la letra la sharía, la misma ley islámica que ya se ha cobrado amputaciones de mano a quienes son acusados de ladrones. La misma bajo la que se están cometiendo, una vez más, crímines contra la humanidad ante la impasividad internacional.

Hace unos días, una joven periodista de 23 años me hizo llegar su primer documental: Kanuya, la cuna del Sur. En él, además de encontrar esperanzas renovadas de que aún se forman buenos profesionales -todavía sin contaminarse comercialmente-, podemos ver otra cara de Malí, la de un centro de acogida de niños en Bamako que busca reintegrarlos en la sociedad de un modo seguro.

Niños de la calle que un buen día se escaparon de las palizas de sus padres, que les consideran propiedad privada, y terminaron bajo el yugo de maestros coránicos que les explotan a través de la mendicidad. Niños anónimos que ocultan su pasado, precisamente, para escapar de él, que si no llegan a Kanuya terminarán convertidos en ladrones, en el mejor de los casos, o muertos en un callejón sin importar a nadie, en el peor.

Sara Barragán, la joven periodista por la Carlos III de Madrid, decidió un buen día pasar dos semanas en este centro de acogida, junto a la ONG AIPC-Pandora, y contar su historia. Les recomiendo el documental que, a pesar de estar realizado con medios rudimentarios no tiene nada que envidiar a otros de mayores recursos. Descubrirán, por ejemplo, al pequeño Youssouf (12 años), que harto de los malos tratos se echó a las calles de Costa de Marfil y, lejos de perderse en ellas, sueña con volver a su país, seguir estudiando y, adivinen: ser ministro para cambiar el país.

http://www.youtube.com/watch?v=f9vGzAeGntY&feature=relmfu

Barragán nos muestra una cara agridulce de la realidad de Malí, es cierto, pero no en la misma proporción. Algo me dice que con gente como la de Kanuya (profesores, sociólogos, voluntarios y todos los jóvenes recogidos) es posible darle la vuelta a esta realidad. Por lo pronto y a este lado del mundo, Barragán ya lo ha hecho, descubriendo historias que cuesta encontrar en los mass media, idiotizados por atraer a un mayor número de consumidores para sus anunciantes más que obsesionados por informar. Ya es un primer paso.

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