Posos de anarquía

Y el concepto ‘soberanía popular’ cobró vida

Podemos está subiendo como la espuma. Diría, incluso, que ya no es correcto hablar de fenómeno, sino de algo que ha llegado para quedarse, aunque fracase. Esa es la verdadera clave de su éxito. Sus detractores, que fundamentalmente son PP, PSOE y UPyD, comparten exactamente los mismos argumentos, cometiendo el mismo pecado del que acusan a Podemos: demagogia.

Me explico: los partidos del bipartidismo (porque ven rota su alianza forjada en la Transición) y UPyD (porque ve frenado en seco su avance) tachan a la nueva formación política de demagoga con una serie de argumentaciones sin peso específico y extraordinariamente superficiales. Más allá de las acusaciones sin pruebas que lanzan en relación a una hipotética financiación del socialismo latinoamericano (incluso de Irán), la principal arma arrojadiza que emplean es la del populismo.

Los partidos que se sienten amenazados por Podemos denuncian que éste realiza promesas que no se pueden cumplir cuando en realidad son cosas que, no sólo sí se pueden cumplir, sino que ya tenían que haberse realizado si PP y PSOE no las hubieran impedido sistemáticamente desde la llegada de la democracia.

Esas promesas son parte del éxito de Podemos, a punto de convertirse en la primera formación por intención de voto. Otra clave de su triunfo es el modo en que comunican y lo que comunican, con cierto aire revanchista, no lo niego, pero que sin duda la ciudadanía estaba necesitando, asqueada de tanta basura en nuestras instituciones. PP y PSOE (y sus acólitos) rechazan esta contundencia en los planteamientos de Podemos, calificándolas de agresivas pero, ¿acaso hay mayor violencia que el hecho de que los tres más ricos tengan una riqueza más de dos veces superior a la del 20% más pobre (9 millones de personas)? Porque esa situación es un logro tanto del PP como del PSOE...

Todo lo mencionado hasta ahora, efectivamente, suma para que Podemos escale posiciones pero, sin duda alguna, lo que más ha catapultado a esta formación ha sido que es la propia ciudadanía la que siente que está construyendo su futuro, en lugar de que sean otros (PP y PSOE) los que lo destruyen. Antes de arremeter contra esta nueva propuesta política, el bipartidismo debería acercarse a cualquiera de los Círculos de Podemos. Se sorprenderá del nivel de implicación de la gente que los compone, del hambre de democracia que depuran todos y cada uno de ellos, de cómo sacan tiempo de debajo de las piedras para avanzar hacia el bien común.

El nivel de actividad que se da en estos Círculos es, sencillamente, brutal. Por primera vez en mi vida cobra sentido el concepto ‘soberanía popular’, embriagado por el espíritu profundamente democrático que destilan estas asambleas. Ver a las personas argumentar, contra-argumentar y decidir todos juntos, sin que ningún aparato de partido imponga su disciplina de voto so pena de sanción es muy enriquecedor.

¿Es esta columna una defensa de Podemos per se? En realidad no, es una defensa del modo en que hace y plantea las cosas y un deseo de que el modelo se extienda al resto de las fuerzas políticas. Pero hete aquí que topamos con un grave obstáculo que no sé si podrán salvar: para replicar el modelo, la condición sine qua non es actuar y pensar en base al procomún, algo que hasta la fecha nunca han parecido hacer. El tiempo lo dirá... o les barrerá y, esta vez, no será para meter la basura debajo de la alfombra, como sucedió en la Transición.

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