Posos de anarquía

Fernández Díaz y su añoranza por el Franquismo

Ayer fue un día negro en la reciente Historia de España, uno más de los que lleva protagonizando este Gobierno conservador con ministros (y exministro) más propios de la extrema derecha. La aprobación de la Ley Modarza ha teñido de gris todo el país y quienes más presumen de demócratas son, precisamente, los que más viven anclados con añoranza en la dictadura franquista. El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz es uno de ellos.

Uno se imagina a Fernández Díaz viviendo durante la dictadura y creo que viviría bien... bueno, de hecho, es que vivió de maravilla. Hijo de un militar franquista y segundo de diez hermanos, el Pato, como ya conté que era conocido, no fue de esos millones de españoles reprimidos y torturados, ni de los que pasaron hambre, ni de los que tuvieron que plantar patatas en los tiestos de los geranios. No... exactamente como ahora, porque él forma parte de esa élite privilegiada, no sólo a nivel económico, sino de poder, que no ha sido desahuciada, que no ha visto su sueldo recortado, ni ha sufrido un ERE, ni ha tenido que emigrar o acudir a bancos de alimentos. No. Además, a diferencia de algunos de sus colegas, a veces uno tiene la sensación de que Fernández Díaz disfruta mucho más con el poder, que para él parece sinónimo de imposición/represión, que con el dinero.

El Pato presume de buen católico y, de hecho, lo es en el sentido histórico e institucional de la palabra, pues si por algo se ha caracterizado la Iglesia católica (afortunadamente no sucede lo mismo con todos los católicos) es por lo despiadada y cruel que puede llegar a ser. Fernández Díaz prefiere la bofetada al diálogo, el sadismo a la caridad, el castigo a la comprensión y, por encima de todo, la soberbia a la autocrítica. A juzgar por sus actuaciones, su sentido de la democracia es el mismo que tenía Franco y su percepción de los Derechos Humanos idéntica a la que pueda tener mi botijo. De otro modo, ¿cómo se explica que ayer mismo sugiera mandar inmigrantes a las casas de quienes critican hechos ilegales -ahora legalizados con la Ley Mordaza- como las devoluciones en caliente? ¿Por qué no hace lo mismo con los Presupuestos Generales del Estado, mandándonos su elaboración a los que los criticamos? ¿Por qué no pone en nuestras manos su mismo nombramiento?

Fernández Díaz es un ministro indigno de los españoles e, incluso, de la propia religión que dice abrazar. Su mezquindad le lleva a mentir, a proteger crímenes e, incluso, a ordenarlos. Jamás tuvimos en esta mal llamada democracia un ministro del Interior tan fuera de lugar, tan desubicado y que se regocijara tanto con el dolor ajeno. Y eso, de alguna manera, se ha de volver en su contra con tal vilurencia que es posible que quienes son gente de bien (de veras) sientan ese mismo recocijo con su desgracia. La diferencia es que ellos se sentirán mal por alegrarse por el mal ajeno, pero no lo podrán evitar ante la vileza que se aparece ante ellos.

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