Posos de anarquía

Un discurso cobarde al dictado de un sofá vacío

Una cosa buena tiene el que no se espere gran cosa de ti y es que las posibilidades de defraudar son mínimas. Eso es exactamente lo que me pasa a mi con Felipe VI (en general y, ayer con su Mensaje de Navidad, en particular) y, en ese sentido, cumplió las expectativas. No aportó nada, más allá de poner nombre al conflicto catalán en lugar de referirse a únicamente a la unidad de España, com hacúa su padres y tantas y tantas veces hace Rajoy.

Y digo conflicto, porque lo es, porque el hecho de impedir que una parte de pueblo se exprese libremente, que no se avance en modo alguno por resolver un problema, es un conflicto. Y, en cierto modo, recadito para Rajoy con su "los desencuentros no se resuelven con rupturas emocionales o sentimentales", aunque en el caso de Rajoy ha sido más el miedo, que como hemos comprobado durante estos tres años de legislatura, lo tiene más que vergüenza.

El discurso del rey fue cobarde. Sin más. Sus asesores de imagen buscaron la cotidaneidad en la puesta en escena, aunque nada de cotidiano -ni de normalidad- debería haber en que en pleno siglo XXI los vasallos escuchen al monarca. Aunque hoy muchos subrayen sus duras críticas contra la corrupción, a mi me molestaron sobremanera porque, en cierto modo, su discurso entonó el "vivimos por encima de la nuestra posibilidades"  para justiticar la crisis.

Me refiero al momento en que Felipe VI dice "el pasado mes de octubre afirmé en Asturias que necesitábamos referencias morales a las que admirar, principios éticos que reconocer, valores cívicos que preservar. Decía, entonces, que necesitábamos un gran impulso moral colectivo. Y quiero añadir ahora que necesitamos una profunda regeneración de nuestra vida colectiva. Y en esa tarea, la lucha contra la corrupción es un objetivo irrenunciable".

Me va a usted a perdonar, monarca, pero no es la ciudadanía la que ha estafado al país, no es la ciudadanía la que se ha financiado ilegalmente, ni la que salva a bancos y cajas mientras sus directivos se suben sueldos astronómicos... no es la ciudadanía la que ha vendido preferentes, ni la que se escuda en el amor a su cómplice para justificar su crímenes... NO. Así pues, no es la ciudadanía la precisa "un gran impulso colectivo", sino los que tienen las riendas del poder, empezando por usted mismo.

La observación de que "no existen tratos de favor" sonó a la "justicia es igual para todos" de su padre, es decir, una frase hueca más. Tan hueca, de hecho, como falsa fue la de que "los responsables de esas conductas irregulares están respondiendo de ellas" al tiempo que estafadores como Blesa o Rato, por citar sólo dos ejemplos, siguen en libertad cuando deberían estar pudriéndose en una celda. ¿Con qué legitimidad se puede dirigir Felipe VI a España hablando de que necesitamos "referencias morales a las que admirar", si ni siquiera es capaz de meter en cintura a su propia hermana para que renuncie a los derechos dinásticos?

?????????????????????????Paralelamente, me indignó que lanzara ese mensaje de recuperación y, aunque hablara de la cuestión inevitable de un desempleo que todavía es mayor que cuando el PP llegó al poder, no ahondara en la pobreza crónica y la desigualdad que tenemos en España. Y, sobre todo, que no cargara directamente contra los causantes de ella, contra una crisis que no es coyuntural sino sistémica. Es pasmoso que, aunque también sea puro marketing, el Papa Francisco haya tenido más valor que el Rey en esas cuestiones. Tiene narices que, aunque era una tradición en muchísimos de los mensajes de Navidad de Juan Carlos I, Felipe VI ni siquiera haya tenido el recuerdo para los cientos de miles de españoles que han tenido que emigrar, muchos de ellos jóvenes a los que las élites han robado el futuro.

El discurso cobarde del rey cumplió las expectativas, que eran ninguna. Cumplió con ese seguidismo a los poderes que lo sustentan y legitiman -porque el pueblo ya no legitima a la Corona, no al menos mientras no se nos vuelva a consultar si la queremos-. En ese sentido, los encuadres del sofá vacío jugaron una papel metafórico: Podían haberse quedado sentados quienes realmente mueven los hilos del rey cuyos intereses nada tienen que ver con los del pueblo español.

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