Posos de anarquía

El rey, unidad de lo detestable

L@s representantes políticos acostumbran a confundir la diplomacia con el tocino. Eso mismo le ha pasado esta semana al presidente de Israel, Reuven Rivlin, de visita esta semana en España. Durante su encuentro con el Borbón, el mandatario no dudó en decir lo que fuera con tal de agradar a su anfitrión, ese al que l@s español@s le pagamos al día, prácticamente, lo que gana al mes quien perciba el salario mínimo interprofesional.

"España es un país unido y el Rey símbolo de esa unidad", dijo Rivlin... y se quedó tan ancho. Le faltó sumarse a aquella reflexión tan retrógrada del periodista José Mª Carrascal que defendía el regreso del servicio militar obligatorio (la mili) porque contribuía a la unidad de España.

Tengo serias dudas acerca de si España es un país unido, pero de lo que estoy absolutamentee convencido es de que el rey no es símbolo de unidad. En todo caso y si es capaz de unir todo es, precisamente, todo lo que millones de español@s no queremos ver ni en pintura.

¿Qué monarca obvia la crisis de modelo de Estado, que cuestiona incluso su propia figura, y tira balones fuera centrándose únicamente en la cuestión catalana? ¿Qué rey que sea símbolo de unidad calla ante cifras tan demoledoras de desigualdad como las que revelaba la semana pasada el informe de Oxfam Intermón? ¿Qué jefe de Estado guarda silencio cuando la miseria asola al país entero mientras la corrupción se extiende, incluso, en el seno de la familia de Felipe VI (evidenciando, eso sí, que la ley no es igual para todos)?

El rey, unidad de lo detestablePues se lo diré yo, el nuestro, Felipe VI y, así las cosas, es imposible que ese rey nos represente a millones de ciudadan@s que ni lo queremos ni lo votamos e, incluso, diría más, nos indigna que se pavonee con la única justificación de que nació Borbón.

El cinismo y la hipocresía del jefe de Estado es tal que se permite el lujo moral de declarar que "nos emociona ver cómo sefardíes de todo el mundo acuden al reencuentro con España y, sin perder su previa nacionalidad, se convierten en nuevos compatriotas nuestros". Lo dijo ayer mismo, precisamente, el día del 42º aniversario de la ocupación ilegal del Sáhara Occidental por parte de Marruecos; una violación del Derecho Internacional en la que el clan de los Borbones tiene mucho que decir. Una traición en toda regla en la que de la noche a la mañana y en pleno siglo XX, ciudadan@s español@s dejaron de serlo, sin que los Borbones se hayan acordado nunca más de ell@s.

 

En ese sentido, Felipe VI sí es símbolo de unidad, pero de todas esas personas que anteponen el capital sobre los Derechos Humanos, que confunden la solidaridad con la caridad, las ayudas con las limosnas. Así pues, ese individuo ni me representa ni lo elegí, me fue impuesto sin contar mayor mérito que su apellido, dicho lo cual, sencillamente, me sobra.

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