Posos de anarquía

Villar Mir y el reflejo de esa España a extinguir

Juan Miguel Villar Mir, el fundador y expresidente de la constructora OHL (Obrascón Huarte Lain),vuelve a saltar a las primeras páginas por haber falsificado un certificado médico para no declarar en la causa Lezo, a la que acudía como imputado. Una trama más ligada al Partido Popular y, como sucede con los papeles de Bárcenas o Púnica, que salpican de pleno a este empresario.

Villar Mir ilustra a la perfección una de las caras de la España de los últimos tiempos; esa España oscura, rancia, que te estrecha la mano derecha y te roba con la izquierda, que besa un extremo de la bandera mientras con la otra punta se limpia el trasero. Esa España cosmética, donde los que presumen o son reconocidos como más patriotas son los que más hunden al país.

En 2011, el entonces rey Juan Carlos I le otorgó el título de marqués por su "destacada y dilatada trayectoria al servicio de España y de la Corona", mostrándole su "Real aprecio". Imagino que el Borbón se refería a esa España de la que hablaba en el párrafo anterior, a esa Corona que, como se ha encargado de confirmar Corinna, ha hecho uso tan legítimo de la Monarquía como el PP y sus secuaces de la Democracia.

Se da la circunstancia añadida, en estos días a vuelta con el debate por la Memoria Histórica, que buena parte de las empresas que hoy cotizan en el IBEX35 tienen un pasado vergonzante, unos orígenes tan ligados al Franquismo que a uno se le revuelven las entrañas. Tal y como nos recordó hace tiempo Alejandro Torrús, la constructora Huarte y Cía, que se unió a las obras del Valle de los Caídos en 1952, dispuso de mano de obra semiesclava (centenares de presos republicanos) para sus negocios privados por concesión del régimen de Franco.

Por todo ello, ver entre rejas a un personaje como Villar Mir sería un pasito más hacia adelante, dejando atrás esta España rancia, correosa, inhumana. Son muchísimos más los pasos que quedarían por dar, pero como dicen los ingleses, hay que comerse al elefante bocado a bocado... y sacudirnos de una vez por todas las dentelladas que tanto indeseable nos ha dado.

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