Posos de anarquía

Sánchez se marca un Rajoy en Catalunya

Sánchez se marca un Rajoy en Catalunya
Una columna de mossos avanza para contener los disturbios durante las protestas convocadas por los CDR en el centro de Barcelona. /REUTERS

Pedro Sánchez no cogerá el teléfono a Quim Torra mientras éste no condene la violencia que se vive en las calles de Catalunya y que, como vimos este fin de semana, se extiende a otras ciudades como Madrid. Esa es la excusa actual para no entablar el diálogo. Sánchez no justifica en cambio el porqué durante los pasados 16 meses desde que el PSOE llegó a La Moncloa no ha hecho más que extender la táctica de Rajoy: mirar para otro lado.

No se puede negar que la escalada de disturbios que se ha producido en Catalunya tras conocer la sentencia del 'proces' es lamentable. Hemos visto imágenes nunca antes conocidas en protestas, con un nivel de violencia por parte de los manifestantes más propio de guerrillas, disparando, incluso, cohetes contra los helicópteros de la Policía Nacional. Torra no ha condenado tales hechos. Otro tipo de violencia, ésta vez por algunas de las cargas brutales por parte de las Fuerzas de Seguridad, sí las habíamos visto previamente en otras protestas. Sánchez no ha condenado tales hechos.

Es de justicia precisar que en estos altercados son más brutales  y numerosas las situaciones de violencia por parte de algunos grupúsculos de las protestas que por parte de la Policía. Sin embargo, estos no son los únicos elementos que componen el dibujo; también es preciso observar a los más de medio millón de personas que se manifestaron el pasado viernes pacíficamente por las calles de Barcelona a favor de la independencia y contra una sentencia que consideran injusta, así como otras tantas movilizaciones por España contra el encarcelamiento de políticos independentistas.

Con el dibujo completo, incluidos los millones de personas que no quieren la independencia de Catalunya, Pedro Sánchez ha de gobernar y, negarse a abrir las vías de diálogo, no es gobernar. El hecho de que Torra se ponga de perfil ante la violencia que se vive en sus calles es una auténtica barbaridad; aferrarse a eso para no desbloquear la situación, una aberración. España en general y Catalunya en particular merecen algo más pero, si desde que llegó el PSOE al Gobierno en junio de 2018 no ha movido un dedo, ¿de veras alguien espera que con unas elecciones a la vuelta de la esquina Sánchez gobierne?

Si miramos al otro lado, las posturas exaltadas, en especial de Vox y Ciudadanos no ayuda. Pese a cargar duramente contra las subvenciones, Vox ya ha recibido 2,2 millones en subvenciones; bien podría destinar una parte de ese dinero a pagar unas lecciones mínimas de Estado de Derecho a sus dirigentes para hacerles entender que con la ley en la mano no se puede encarcelar a Torra. Lo mismo sucede con Albert Rivera (Cs), cada día más fuera de sí, más histriónico, más ridículo, queriendo encarcelar a quien no se quiera envover en la bandera de España como él.

Si miramos al PP, que siempre ha reclamado ser más partido de Gobierno que el resto, la situación no mejora. Mientras por un lado Pablo Casado continúa reclamando más represión en lugar de diálogo, la presidenta de la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso pide recortar el derecho constitucional a la manifestación. Dicho de otro modo, se alinean con la extrema-derecha pero sin gritar tanto.

Cerrando el círculo, Unidas Podemos (UP), que reclama que en esta campaña se hable más que de Catalunya, en cuya cuestión apuesta por el diálogo. Confiemos que así sea, mientras se avanza en este asunto y se escuchan nuevas propuestas en materia de Sanidad, Educación, vivienda, reforma fiscal... más allá de entrar de nuevo en bucle sacudiéndose la culpa de por qué nos vemos abocad@s a las urnas, habiendo tenido todos los ingredientes para haberlo evitado.

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