Posos de anarquía

Lo que no te cuentan en FITUR

Lo que no te cuentan en FITUR
Representantes de Málaga -De la Torre y Salado en el centro- durante FITUR 2019. - Diputación de Málaga.

Esta semana arranca una nueva edición de FITUR como la máxima expresión de una maquinaria capitalista que busca hacer negocio a costa de vender el alma de las ciudades por un puñado de euros. Tomen alguna de las localidades que se erigen como modelos de excelencia turística e indaguen cómo redunda en la población que la habita: se sorprenderán. Tomemos Málaga como ejemplo.

Según sus responsables políticos, 2019 ha sido el mejor año turístico de la historia para Málaga y acude a esta feria como Capital Europea de Turismo Inteligente 2020. Es una de las provincias que más contribuye a que el sector Turismo represente cerca del 15% del PIB nacional. Quienes viven en la capital malagueña han visto cómo en los últimos años la ciudad se ha transformado drásticamente -se han demolido más de 300 edificios históricos-, desapareciendo los barrios históricos más populares. La transformación de Málaga va mucho más allá de lo que nos trasladan su alcalde, Francisco de la Torre (PP), o el presidente de la Diputación Provincial, Francisco Salado (PP), que centran la atención en la mayor densidad de museos por metro cuadrado.

¿Dónde revierte toda la riqueza que estos políticos aseguran que trae consigo ese turismo? En sus habitantes no. La precariedad campa a sus anchas, tal y como demuestran los datos que aporta el Ministerio de Hacienda, que indican que l@s malagueñ@s cobran 3.200 euros menos al año que la media española... Si nos fijamos en el caso de las mujeres que, como sabemos, ocupan puestos clave en esta maquinaria turística, en Málaga la brecha salarial ronda el 22% según CCOO, lo que supone que ellas cobran 4.000 euros menos que ellos.

Si miramos a las condiciones de vida, Málaga cuenta con una de las tasas más altas de riesgo de pobreza infantil: casi un 41% de los menores vive en situación precaria. En el mejor año turístico de Málaga, Cáritas advierte de que la pobreza en la ciudad se cronifica y la Red Andaluza de Lucha contra la Pobreza alerta de cómo los índices han empeorado en el último año. En el paraíso que esta semana venderán De la Torre y Salado, más de un centenar de personas duermen cada noche en la calle.  Barriadas como Los Asperones o Palma-Palmilla continúan inmersas en la exclusión, pese al ingente esfuerzo de colectivos y asociaciones que la derecha tacha de 'chiringuitos' y que se convierten en parches salvavidas para quienes son olvidados en los folletos de FITUR. Sólo CaixaProInfancia destina a la ciudad de Málaga casi 71,6 millones de euros para combatir la pobreza infantil y la exclusión social que las Administraciones no atajan.

En cuanto al precio de la vivienda, éste es absolutamente insostenible. En los últimos cinco año el precio del alquiler se ha disparado un 45% mientras el poder adquisitivo medio de l@s malagueñ@s se desplomaba. Según el Banco de España, sólo Barcelona y Palma de Mallorca (otros referentes turísticos) superan a Málaga en encarecimiento del alquiler... y la quinta por número de desahucios.

Desde el punto de vista medioambiental, el impacto es trágico. La contaminación de las aguas, el urbanismo desaforado que ha superado la ribera de la costa y los proyectos de lujo que siguen adelante pese a los informes contrarios de organizaciones ecologistas y la mismísima UNESCO, dan una idea de cómo se venden las ciudades al mejor postor sin importar las consecuencias si el bolsillo se llena.

Podría seguir enumerando indicadores que desmontan el paraíso que pintan los políticos. El turismo es una fuente de ingresos, pero planteado del modo que está, sólo lo es para unos pocos. Se da la terrible contradicción de que cuanto más exitoso es el modelo turístico mayor empobrecimiento de la ciudad se produce. A las pruebas remito con el caso concreto de Málaga. Es hora de cambiar el modelo, de hacerlo sostenible, de repartir la riqueza generada con quienes habitan los destinos. Es hora de que la población sea partícipe de un sector con impacto positivo, en lugar de combustible de una industria destructora.

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