Posos de anarquía

Por qué los Pactos de La Moncloa aterran a la derecha

Por qué los Pactos de La Moncloa aterran a la derecha
Imagen de la fachada exterior del Palacio de la Moncloa. Foto: EFE/ Pilar Mata.

A medida que cobra cuerpo en los discursos -por ahora sólo en eso- la posibilidad de una reedición de los Pactos de La Moncloa, la derecha más retrógrada se inquieta. Formaciones como el Partido Popular (PP) y Vox cargan duramente contra el comunismo, a pesar de que la representación abiertamente comunista es minoritaria en un Ejecutivo que supera la veintena de miembros. No es el comunismo lo que realmente les incomoda, sino el proceso de justicia social que se ha abierto con la llegada del Gobierno de coalición.

La Fundación FAES que lidera José Mª Aznar despliega en su último editorial toda una suerte de imprecisiones y falsedades para poder construir un discurso que concluya que no son posibles unos nuevos Pactos de La Moncloa si se mantiene en el Gobierno a Podemos... si tanto le preocupa el comunismo, querrá decir "Unidas Podemos", porque es Izquierda Unida la que aporta las mayores dosis de ese comunismo que tanto espanta a la derecha.

Se presenta ahora la derecha como defensora de los Pactos de La Moncloa, pero no se dejen engañar. Manuel Fraga, el fundador del PP, no fue uno de los artífices de esos Pactos de 1977. El que fuera ministro con Franco, tan sólo suscribió el acuerdo económico, negándose a ratificar el pacto político. ¿Qué quiere decir eso? Que uno de los padres ideológicos de Aznar y Pablo Casado se opuso a medidas como la despenalización del adulterio y el amancebamiento (que en esos tiempos castigaban esencialmente a la mujer), a la regulación y despenalización de la expedición de anticonceptivos, a la libertad de reunión, a la libertad de prensa...

Dicho lo cual, esa visión de demócrata converso que se nos ha querido vender de Fraga no fue tal; así fue como se fraguó el PP, que no ha conseguido desprenderse de ese gen en su ADN. Prueba de ello es el modo en que la derecha recela continuamente de la libertad de prensa y de expresión, de derechos como el de huelga o de las libertades relacionadas con la mujer.

FAES, la fundación que tacha la participación de Podemos en el Gobierno de "lastre reputacional; es un factor de desestabilización y rechazo" - a lo que Casado asiente como un niño obediente-, es la misma que en un infame artículo de Enrique Collado en la última edición de sus Cuadernos asegura que "el neocomunismo exhibe una variedad de nuevos conflictos y los utiliza políticamente para manipular a la sociedad, con la diferencia de que esas contradicciones ya no son de clase, sino que gravitan alrededor de disputas de índole cultural". Sugiere Collado que la lucha del feminismo contra el machismo es artificial, que no existe en realidad.

Quizás es que Collado ha dado positivo en COVID-19 y en el momento de la redacción de este artículo era víctima de un estado febril extremo, pues de otro modo no se explican afirmaciones como "los neocomunistas hoy tratan de reemplazar una sociedad basada en contratos, por otra basada en la violencia. Y el resultado sería el colapso social completo". No parece que la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), por ejemplo, hayan colapsado esta sociedad, precisamente.

El delirante texto de Collado habla de "experimento de ingeniería social que nos impone la ideología de la corrección política, cuajada de códigos y prohibiciones lingüísticas que aplastan la conciencia y amordazan la voz como medio ideal de control social". Sin embargo, no ha sido el comunismo quien ha promovido la Ley Mordaza, quien ha querido imponer un determinado modelo de familia, quien tutela continuamente a la mujer, cuando no la criminaliza.

En suma, quienes defienden los Pactos de La Moncloa sin Podemos (o sin Unidas Podemos) son quienes no los apoyaron en 1977, precisamente, por posisionarse en contra de las libertades que hoy disfrutamos. ¿Quiénes sí estuvieron y defendieron esas libertades? L@s comunistas.

Siempre he defendido que la derecha no cree en la democracia como fin, sino como medio para lograr sus fines. Esta crisis lo ha vuelto a evidenciar (el más de millón y medio de perfiles falsos expandiendo bulos durante la pandemia no es casual): ver cómo los sectores más conservadores, que habitualmente repudian del intervencionismo del Estado, ahora reclaman que éste salga a su rescate, es una aberración, un esperpento que constata cómo el traje demócrata para la derecha es de quita y pon. Por eso, el comunismo no es lo que les irrita; lo que les aturde, a lo que realmente tienen pánico es a que la izquierda demuestre que es posible una mayor justicia social con una redistribución equitativa de la riqueza. Eso es lo que les aterra y no quieren encima de la mesa de unos nuevos Pactos de La Moncloa.

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