Posos de anarquía

¿Saldrá del coronavirus un mundo mejor?

¿Saldrá del coronavirus un mundo mejor?La devastación que está provocando esta pandemia ha alumbrado un interesante debate entre quienes creen que resultará un mundo mejor de esta crisis y quienes tienen dudas o, directamente, rechazan esa posibilidad. Lo cierto es que si a atendemos al modo en que se está afrontando la pandemia por parte del planeta, no hay motivos para pensar que, efectivamente, sí se producirá una mejora en la humanidad.

Con una clarividencia admirable, el arquéologo Eudald Carbonell, codirector del Proyecto Atapuerca y director general de la Fundación Atapuerca, expone en una entrevista el retrato de lo que está sucediendo. "Cuando hay un peligro para la propia especie, no se puede estar discutiendo otras cosas que no sean la supervivencia y la reproducción de la especie".

Zas. Primera bofetada de realidad. Carbonell indica cómo incluso en plena crisis sanitaria continuamos padeciendo a "unas minorías de poder sociales y económicas que se aprovechan de los estados para el robo y el drenaje continuado del dinero de la gente, en vez de mejorar las condiciones sociales".

El arquéolo lamenta que "no hemos sido capaces de tener un protocolo universal ante una pandemia como esta". Zas. Segunda bofetada. "Deberían ser unos protocolos de estricto cumplimiento como especie, independientemente del país al que se pertenezca o de cualquier otro criterio". No existe tal protocolo, ni a nivel mundial, ni a nivel europeo, demostrada una vez más la debilidad y escasa humanidad de la Unión Europea. Ni siquiera existe a nivel español, en el que los continuos tira y afloja con las autonomías dificultad una respuesta común, pese al establecimiento del Estado de Alarma.

¿De qué ha servido la globalización? De poco. "Es una globalización con pies de barro. No es una globalización social sino una globalización dirigida por clases extractivas y esto hace que se tienda a la uniformización del planeta cuando lo que habría que hacer es mantener la diversidad y ser capaces de integrarla", señala este pensador, que apuesta más por una verdadera "planetización".

¿Seremos capaces de afrontar ese reto como especie? Por seguir aquel principio prudente de comenzar la casa por los cimientos, miremos a España. ¿Qué consenso se percibe? Si miramos a la clase política, hay formaciones que apoyan un Pacto de Estado para reconstruir el país y otras que no. PP y Vox se desmarcan de esta posibilidad; los primeros acusando al presidente de utilizar el pacto para permanecer en La Moncloa, algo que legítimamente le corresponde hasta 2023; los segundos porque ya han coqueteado con la posibilidad de un Golpe de Estado.

Esta polarización no queda en la clase política; se traslada a la sociedad en su conjunto. Aunque no existe un manual de instrucciones claro para afrontar esa crisis, buena parte de la ciudadanía ha perdido toda capacidad de crítica y se limita a repetir aborregadamente los mensajes de los partidos que votan. El sentimiento de especie del que habla Carbonell no existe en muchos casos, con evidentes muestras de insolidaridad por parte de la banca y las patronales; con estridentes contradicciones en el seno de la ciudadanía que se emociona con las muestras de solidaridad que ve en televisión después de haber arrasado con los lineales en el supermercado.

Quienes se muestran optimistas y continuan pensando que la crisis marca el camino hacia una sociedad mejor lo primero que han de plantearse es qué lugar ocupan en ese proceso de mejora y si, en función de ello, habrán de sacrificar placeres que disfrutaban antes de la pandemia. Ser optimista es gratis; tener motivos reales -y contribuir activamente a esos motivos- no.

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