Posos de anarquía

Resueltas las salidas de menores, vamos a otra cosa

Resueltas las salidas de menores, vamos a otra cosaEl patinazo del Gobierno en el asunto del 'desconfinamiento' de l@s menores ha sido colosal. Es innegable. La hiperactividad tuitera de Pablo Iglesias atribuyéndose la rectificación de una medida adoptada de la que él mismo formó parte también es innegable. Pero se rectificó. Ya está. A otra cosa, porque les puedo asegurar que España se enfrenta a problemas mucho más serios, de consecuencias infinitamente más graves, que regodearnos en un proceso de rectificación que terminó en la solución deseada mayoritariamente. Pues a ello.

Los 40 días de confinamiento pasan factura; el aislamiento, la ausencia de contacto social van minando poco a poco el ánimo, pegando día a día pequeños bocaditos a nuestra entereza. Es lógico, cada uno y una en la medida de sus circunstancias personales, pero hoy más que nunca hay que relativizar. Hay que dar un paso atrás y ver los centenares de personas muertas diarias, la cantidad de negocios que están más arruinados cada día que pasa... todo eso debería llamarnos a la templanza.

Si el asunto de la salida de los niñ@s se ha resuelto finalmente como se deseaba, ¿qué sentido tiene consumir tiempo y energías en continuar con ello? Debe apuntarse en la cuenta del Gobierno, eso sí, porque ni siquiera ha tenido el cuajo de admitir el error: "Hemos pecado de prudencia", acaba de decir Pedro Sánchez en el Congreso. Llevar a l@s menores al punto que, de largo, es el que ahora registra mayor concentración de personas no parece más prudentes que pasear al aire libre, pero el que suscribe no tiene el carné de epidemiólogo que hoy luce tanta gente; sólo un poco de sentido común.

Por este motivo, su patinazo sí ha de estar presente en el día a día del Gobierno, para que aprenda de él; pero no del nuestro ni del de la oposición. Tenemos ante nosotr@s un horizonte que requiere de toda nuestra atención. Me refiero a superar los envites del COVID-19 en la salud de la población y, posteriormente -aunque hay que ponerse manos a la obra de manera paralela-, en cómo afrontar la recesión que se nos viene encima con un Estado endeudado hasta las cejas.

Mientras vemos cómo la epidemia se va superando, aunque muy lentamente y con la terrible pérdida de miles de vidas humanas, hay que remangarse cuanto antes y preparar los cimientos sobre los que nos levantaremos. Unos cimientos que nunca fueron sólidos, que ni siquiera en la mejor de las épocas bajamos de los dos millones de personas desempleadas, pero es la que tenemos y con la que hoy por hoy tenemos que trabajar.

Los Pactos de la Reconstrucción han pasado a transformarse en comisión, enterrando aquel mantra que tanto PSOE como PP han utilizado alguna vez y que rezaba que "si quieres que algo no funcione, constituye una comisión". No cabe esa posibilidad ahora, es inadmisible. El calendario que ha expuesto el Gobierno para los trabajos de esa comisión se me antoja demasiado dilatado, por lo que confío que al menos sea efectivo.

Que Pablo Casado haya pasado de querer estar fuera a querer presidir la comisión no es comenzar con buen pie, como tampoco que se deslice la sospecha de que las derechas querrán utilizar este espacio para investigar la gestión que ha realizado el Gobierno del coronavirus. No es ese el propósito y, como sucede con el asunto de l@s niñ@s, el árbol no ha de impedirnos ver el bosque. ¿Que es necesaria una rendición de cuentas de la gestión? Por supuesto, pero no en el ámbito de una comisión creada para reconstruir España.

Una comisión, por otro lado, que ha de buscar la fórmular de encajar a los actores sociales, imprescindibles en esa reconstrucción y, en lo que se refiere a los sindicatos, no sólo a UGT y CCOO, también a los llamados minoritarios, que lidian como ellos con los intentos de las grandes patronales de socializar sus pérdidas pero privatizar las ganancias cuando se materialice la recuperación.

Por último, una de las grandes lecciones que el país en general y los poderes políticos y económicos han de aprender del coronavirus es que la desigualdad es un problema que afecta, incluso, a l@s millonari@s. Lo hemos visto en esta crisis: nuestros niveles de pobreza, que prácticamente doblan a los de Alemania, nos han dejado en una situación mucho más vulnerable, con una onda expansiva que afecta al bolsillo de los Amancio Ortega de turno. Otra gran lección será que no podemos depender únicamente del ladrillo y el turismo, porque tenemos riqueza suficiente para diversificar mucho más el crecimiento del país... pero claro, eso significaría una redistribución de esa riqueza que posiblemente no interese a las élites. Pues el COVID-19 les ha puesto en su sitio y recuperar su posición anterior no les resultará tan sencillo... o no debería al menos. Lo dicho, demasiados frentes abiertos como para agotarnos en problemas ya resueltos.

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