Posos de anarquía

Francisco Martínez y su lealtad a 104.000 euros al año

Francisco Martínez y su lealtad a 104.000 euros al año
Francisco Martínez, en su etapa como secretario de Estado de Interior con el ministro Fernández Díaz. EFE

"Mi grandísimo error fue serle leal a miserables como Jorge, Rajoy o Cospedal". Se equivoca Francisco Martínez: su error fue ser tan miserable como los arriba citados... y por eso les fue leal. El que fuera número dos del ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, marca la diferencia entre dar pena y ser penoso. Mientras el trata de hacer lo primero, apareciendo como el cabeza de turco de la trama Kitchen, lo cierto es que es penoso, en el sentido de ser absolutamente lamentable.

No se trata aquí de ser leal o desleal a unos superiores que se encontraban al frente del partido ya condenado (PP), sino de ser honesto y, en todo caso, leal a la Constitución y a la ciudadanía a la que se presta servicio. No es el caso de Martínez, que bien sabrá por qué optó por ejecutar órdenes, según indica él, de altos mandos del Gobierno y de la cúpula del PP. Vistas algunas de sus declaraciones podemos imaginar que los 104.000 euros de sueldo que se embolsaba como secretario de Estado de Seguridad y las promesas de figurar en posteriores listas electorales que le procuraran bienestar vitalicio tenían mucho que ver.

Es a eso, en realidad a lo que parece que fue más leal. Ni siquiera a "miserables como Jorge, Rajoy o Cospedal", sino a un estatus de vida muy por encima de lo que dicta la decencia. Los dirigentes del Gobierno y el PP eran tan instrumentos como él. Yerra por tanto, también, a la hora presentarse ante quienes fueron compañeros de mesa y mantel como un servidor fiel a los intereses del partido. Iba a lo que iba, como seguramente es escuchar en más de una conversación que generará el tema.

En cuanto al PP y en espera de que sean los tribunales quienes determinen qué sucedió realmente, no es descabellado pensar qué había detrás del grito de alarma de Génova cuando Pablo Iglesias pasó a formar parte de la comisión que controla el Centro Nacional de Inteligencia (CNI). Sencillamente, el PP sabe lo que se puede hacer desde allí porque, presuntamente, lo hizo tanto ahí como desde Interior. En lugar de pensar que el deseo de sumarse a esa mesa era, precisamente, para detectar, parar y denunciar cualquier maniobra despreciable, parece creer el PP que todos son de su condición.

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