Posos de anarquía

Vacuna contra la euforia

Vacuna contra la euforia
Personas mayores y personal sanitario comienza a recibir la vacuna contra la covid-19. — Kay Nietfeld / EFE

La dispensación de las primeras vacunas ayer domingo ha traído una euforia que, como la pandemia de COVID-19, también tiene olas. Vivimos una primera al salir del confinamiento tras tres meses encerrados en casa; una segunda con la llegada del verano y la desescalada a ritmo vertiginoso y ahora una tercera, con las vacunas. Hoy ya se pueden leer titulares hablando del "principio del fin" o escuchar a políticos hablar de recuperar la "normalidad completa". Volvemos a gestionar las expectativas de un modo deficiente.

La nueva ola de euforia generada con la llegada de las vacunas debería moderarse pero, lejos de contener la alegría, interesa darle rienda suelta. Con el aciago año que cerramos, supongo que resulta inevitable aferrarse a ciertas noticias y amplificarlas cuantitativamente -con las monografías que nos dedican algunos medios- y cualitativamente -con el disfraz de panacea con que visten algunos a las vacunas-.

El equilibrio siempre es lo más complejo de alcanzar y en la gestión de esta pandemia es el gran ausente. No ha habido equilibrio entre la información y la propaganda; ni entre la oposición y el ataque; ni siquiera entre el optimismo y la euforia desmedida. En resumen, no estamos sabiendo gestionar las expectativas y ello provoca que, cuando llega lo previsible, el batacazo emocional sea mayor.

Los expertos y expertas ya advierten del incremento de los trastornos mentales desde que comenzó la pandemia. En este aumento, esa gestión de las expectativas tiene mucho que ver. ¿Por qué nos resulta tan complicado contemplar los aspectos positivos, incluso disfrutarlos, pero sin dejar de tener los pies en el suelo?

La llegada de la vacuna no va a resolver a corto plazo la crisis socioeconómica que no ha hecho más que empezar. En mitad del tragedia, la clase política prefiere no dirigir demasiado los focos a ese punto y de ahí que se cometan patinazos que llevan a hablar de una "normalidad completa" próxima. Retirar la mascarilla no es sinónimo de normalidad.

Aún nos quedan muchos meses de travesía por el desierto para recuperar lo perdido, tanto en materia de bienestar como de derechos. Este horizonte no ha de impedirnos disfrutar de las pequeñas victorias, saborearlas, pero sin hacernos perder el norte y, lo que todavía es más importante, sin olvidarnos de quienes se van quedando atrás y quienes ya lo estaban antes del COVID-19. La vacuna contra la euforia es hoy más necesaria que nunca; sin ella, volveremos a perder el equilibrio.

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