Último día de Salvador Illa como titular de Sanidad y aluvión de críticas. Cuando éstas vienen de todas direcciones, ya sea de izquierda o derecha, incluso de partidos que no tienen absolutamente ninguna pretensión en la contienda electoral catalana, parece lógico pensar que, objetivamente hablando, el ministro no ha actuado correctamente. ¿Se lo hará pagar el electorado catalán?
Calificar a Illa como el peor ministro de Sanidad de Europa es temerario. Al hacerlo, se establece una comparación y, con ella, es preciso contrastar contextos completos. Juzgar al ministro es juzgar a la oposición que sus homólogos han tenido en los vecinos europeos y ahí, la española hace tantas o más aguas que Illa, incluidos los gobiernos autonómicos, que pese a disponer de una inyección económica extra no han reforzado el sistema sanitario, cuya competencia le pertenece.
Sin embargo, no es necesario auditar la gestión sanitaria de Illa para calificarlo de candidato deshonesto. Tal y como referí a finales del año pasado, el mismo modo en que no sólo ocultó, sino que mintió a la ciudadanía sobre su candidatura a la Generalitat catalana, le convierte en un personaje de poco de fiar.
Culminando la decepción, su estampida. Sorprende que lo haga ahora un tipo que, incluso cuando eran más que evidentes sus errores de gestión, continuaba compareciendo sin arrugarse. Es obvio que el objetivo es salvaguardar su imagen de cara a la campaña electoral, como buena parte de las ácidas críticas que recibe ahora quieren deteriorarla, pero a pesar de ello sorprende. Habrá sopesado muy bien el PSOE que esta huida le provoca menos daños que si diera la cara.
Por concluir, la cuestión no es si el ministro de Sanidad dimite en el peor momento de la pandemia. Entrar en eso, como muy bien se han dado cuenta los socialistas, sería caer en contradicción, pues la derecha lleva meses reclamando tal dimisión. La cuestión es que antes de irse, sea a su casa o a pretender gobernar Catalunya -que ya le avanzo que no lo hará-, ha de rendir cuentas en el Congreso. Es lo mínimo porque, una vez más, se olvida que no sirve a Pedro Sánchez, sino a la ciudadanía y como tal servidor público nos debe las explicaciones y valoraciones oportunas antes de dejar el cargo. Otra cosa es deshonesta y esa condición le ha de acompañar durante toda su campaña.