Posos de anarquía

La importancia de educar en casa

La importancia de educar en casa
Una familia aplaude desde su balcón, en Madrid. — Jesús Hellín / EP

El pasado 8 de marzo ha demostrado el poder del feminismo y cómo esta causa, que es absolutamente inseparable de una democracia plena, es capaz de superar hasta esas prohibiciones tan partidistas como injustificables. También evidenció cómo el machismo en todas sus formas, desde la más recalcitrante a la eufemística que se desliza sibilinamente con idéntico veneno, suda frío ante el avance imparable del feminismo.

Gentuza gaseando con gas pimienta una concentración feminista, vandalismo contra murales que homenajean a mujeres que han hecho de esta sociedad algo mejor, insultos a mujeres que reclaman igualdad, una presidenta autonómica equiparando feminismo con adoctrinamiento... Como pudimos ver ayer, resta camino por recorrer, porque todavía hay quienes no creen en una igualdad real, quienes hacen gala de ese feminismo de quita y pon que, a fin de cuentas, es otra forma de machismo.

Dado que el machismo está inserto en cada segmento de la sociedad, que hará todo cuanto esté en su mano por impedir que sus costuras revienten de una vez por todas, hoy es más importante que nunca tomar conciencia de cuán importante es alimentar el feminismo de abajo a arriba.

Es preciso educar en casa, es imprescindible verbalizar, hablar con nuestros pequeños y pequeñas para desterrar ese mantra machista que la pandemia ha fortalecido haciendo descansar los cuidados en las mujeres, recluyéndolas en casa... robándoles hasta los mejores espacios del hogar para el teletrabajo.

Mal que les pese a esas personas machistas o feministas de postín, la escuela continuará  siendo de vital importancia para  romper con un patriarcado asfixiante, pero el hogar ha de complementar su labor, en esta como en tantas otras parcelas. Vivimos en una sociedad que ha ido perdiendo la palabra, que se ha entregado a la imagen, al gesto... en la que verbalizar ya no parece tan relevante. Y lo es. Hablen, no escurran el bulto, sométanse a las preguntas incómodas, expónganse a que l@s más pequeñ@s les dejen en evidencia revelando sus contradicciones, porque así no sólo crecerán ell@s, también ustedes.

Las personas feministas somos más y, sí, mejores. Ejerzamos nuestro poder y, ahora que tanto se habla de olas, convirtamos esta causa en el tsunami que merece ser, que nos merecemos todas y todos. Estamos en el camino, como demuestra el modo en que las nuevas generaciones se han sumado al activismo feminista sin que ello haya significado un relevo, puesto que no se ha perdido empuje por el lado más veterano; más bien al contrario, se complementan, se retroalimentan, achicando cada vez más ese machismo y el oscuro corazón de quienes aún se aferran a él.

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