Posos de anarquía

De "vencer la guerra" a "restricción nocturna de la movilidad"

De "vencer la guerra" a "restricción nocturna de la movilidad"
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, este domingo. EFE

El pasado domingo comparecía en rueda de prensa el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para hacer oficial el decreto de un nuevo estado de alarma que impone el toque de queda entre las 23:00 horas y las 06:00 horas. Sorprendía el socialista con un giro en su postura, queriendo saltar del lenguaje bélico que él mismo impulsó en los meses previos a eufemismos para evitar hablar de "toque de queda".

"Podemos ir acuñando todos una expresión más contemporánea. Pediría a los medios de comunicación que utilizaran 'restricción nocturna de la movilidad' en un ejercicio de pedagogía, porque nada tiene que ver un toque de queda, que tiene otra serie de componentes y otra serie de significados en la mente de todos,  sobre todo para generaciones con más experiencia, con más vida a sus espaldas", dijo el presidente.

Hace falta tener la cara muy dura para soltar tremenda desfachatez después de haber estado durante meses hablando de "guerra", "posguerra", "enemigo", "trincheras", "reconstrucción", "Plan Marshall"...  para referirse a las medidas ante los efectos del coronavirus. Aún tenemos en mente declaraciones del Sánchez como "hoy, hacemos frente a un enemigo formidable"; "el enemigo no está a las puertas, penetró hace ya tiempo en la ciudad" o "cuando venzamos esta guerra, que la vamos a vencer, estoy convencido, necesitaremos todas las fuerzas del país para vencer la posguerra". ¿Y después de aquello ahora escuece el término "toque de queda"?

Durante los meses en los que el presidente utilizó este discurso bélico ignoró las advertencias de docentes, filósof@s, historiadores/as o medios de comunicación, que alertaban del peligro de confundir una pandemia con una guerra. Entonces, la directora de la Real Academia de la Historia, Carmen Iglesias, apuntaba que "esto no tiene nada que ver con una guerra. En las guerras se supone que hay enemigos físicos y hay voluntad de guerra en los que deciden y, mirando a la actual pandemia, no responde a la evidencia de los hechos".

El historiador Xosé Manoel Núñez Seixas, Premio Nacional de Ensayo 2019, explicó que con aquel lenguaje bélico "se está buscando una cierta épica, porque a la población la tienes que movilizar", pero temía que se pudiera volver "contraproducente" y tener el efecto contrario.

No sólo se trataba del empleo de lenguaje bélico, es que el Gobierno apostó por la presencia de militares en las ruedas de prensa, reforzando esa narrativa de bandos y guerra. Pareciera que se hubiera perdido la baza de la solidaridad para la movilización y, en su lugar, Sánchez se reconvirtiera en el Tío Sam con aquel llamamiento al alistamiento de "no te preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedas hacer tú por tu país".

El empleo de esta retórica bélica no fue exclusivo de España; sucedió en otros países, del mismo modo que las voces en contra traspasaron las fronteras. Ahora, pedir hacer pedagogía y emplear eufemismos para lo que realmente se está haciendo, esto es, un toque de queda, es tan deshonesto como hipócrita. Sánchez abrió la puerta de un lenguaje que nunca debería haber empleado; lo hizo porque pensó que convenía a sus intereses y necesidad de movilizar a la población.

Temeroso ahora del uso torticero de la medida que hace la extrema-derecha, juega al eufemismo enmascarándolo con una preocupación impostada por nuestr@s mayores. Precisamente por mayores, ya saben diferenciar muy bien unas cosas de otras, no precisan de la tutela de nadie, como demostraron con su perplejidad cuando Sánchez prácticamente planteó hacer frente a la pandemia con la batalla del Ebro.

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