Posos de anarquía

De vacaciones en vacaciones y me contagio porque me toca

De vacaciones en vacaciones y me contagio porque me toca
Centro comercial La Cañada (Marbella) abarrotado el pasado 2 de enero.

Arrancamos 2021 como cerramos 2020: con la mirada puesta  en las próximas vacaciones, en si habrá o no habrá Semana Santa. Adiós al carpe diem, al vivir el día a día para saborear lo bueno que podemos extraer de la vida, incluso, en tiempos de pandemia. La sociedad vive su presente hipotecado al futuro con tasas de interés al alza dada la suma de irresponsabilidades. Es el 'de vacaciones en vacaciones y me contagio porque me toca'.

Estábamos advertidos y advertidas, se venía hablando de la tercera ola desde hacía meses y, pese a ello, comienzan a evidenciarse los excesos de navideños que engordan las listas de hospitalizaciones y contagios en la práctica totalidad de Comunidades Autónomas. Salvar la Navidades, como entonaban ciertos círculos, era condenarnos y, cuando ni siquiera hemos rebasado la frontera del día de Reyes, los pronósticos son fatales.

El ministerio de Sanidad actualiza hoy las cifras oficiales de contagios; no lo hace desde el jueves pasado y la bofetada de realidad se va a escuchar por doquier. A pesar de ello, ya comienza a ponerse la mirada en la Semana Santa, encomendándose a una vacuna que, en algunas de las regiones más afectadas como Madrid o Catalunya, ni siquiera se están dispensando al ritmo deseable, vacunando un porcentaje de las dosis que les llegan absolutamente ridículo (en Madrid un 6%).

A veces da la sensación de que hemos perdido disfrute de los pequeños placeres, que terminan por ser de los más grandes. Con la mirada en futuros que son más impredecibles que nunca, muchas personas muestran su incapacidad para la diversión en pequeños grupos, sin necesidad de congregarse en una muchedumbre desconocida de riesgo.

Se puede culpar a los promotores de esas fiestas y encuentros multitudinarios, a los espacios que las albergan, a las Administraciones que las consienten... pero ninguna de ellas se producirían si la gente no acudiera. Este modo de actuar no es exclusivo de España, por el manido argumento de la cultura latina, porque si miramos a Alemania, duramente golpeada por el coronavirus, vemos procederes similares.

Bien es cierto que muchas personas responsables han pasado unas Navidades inéditas, no sólo por privarse de muchos de los encuentros y acciones que formaban sus particulares tradiciones sino, además, sin poder ver y abrazar a sus seres más queridos. Es de justicia reconocerlas, pero las cifras de contagios están ahí y toca golpear conciencias por ello.

Confundir el carpe diem con la irresponsabilidad, mirando a un horizonte que ni siquiera tocamos, es conjugar un futuro pluscuamperfecto que puede esfumarse entre los dedos, que no llega, sencillamente, porque no llegamos nosotros y nosotras.

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