La moral de Herrera hace mucho tiempo que quedó expuesta. La sentencia del Supremo es una ratificación más de su calaña. Lo menos que se puede exigir a alguien con un mínimo de decencia es que cuando le pillan haciendo trampas, lo asuma y apechugue con las consecuencias. No es el caso de Herrera, que no sólo ha estado negando la mayor, sino que en su papel victimista llegó a sugerir ser víctima de una campaña orquestada por el gobierno socialista cuando Elena Salgado era ministra de Economía.