Punto de Fisión

El rey en huelga

Puede decirse que un país empieza a tocar fondo cuando jueces, militares y policías amenazan con ir a la huelga. Es como si en un cuerpo humano el hígado y los glóbulos blancos decidieran arrojar la toalla. En el caso de España llueve sobre mojado porque muchos creíamos que los jueces llevaban en huelga de brazos caídos más o menos desde la invención de la maza. Aparte de no veranear en Marbella doce meses al año, no se entiende muy bien qué más podrían no hacer los jueces. 

Entonces uno repara en el veraneo como forma de vida y todo resplandece. Durante el veraneo, los diputados cambian la playstation por el chiringuito, la siesta en el escaño por la meditación bajo sombrilla, y el país no se hunde, ni entra en barrena, ni siquiera se resquebraja. De hecho, las cosas mejoran un poco, los periódicos vierten menos bilis, los telediarios recurren a videos de Paris Hilton para rellenar minutaje y hasta el paro se reduce gracias al reclutamiento forzoso de camareros. Habría que pensar la forma de alargar agosto 365 días, renombrando meses al estilo napoleónico, para que sus señorías se queden tumbados junto a la piscina y la piña colada, y no se les ocurra regresar a cagarla. Una buena huelga de políticos, innegociable e indefinida, y quizá España podría salir adelante. 

Ahí está el rey don Juan Carlos, dando ejemplo. No sólo se ha bajado el sueldo una barbaridad (como para que el próximo safari sólo le alcance hasta Tanzania) sino que ya prepara su agenda de trabajo en Mallorca con austeridad espartana. Comilonas, regatas, masajes: todo por la patria. Ya dijo doña Letizia lo duro que es el curro de princesa, que la mujer siempre está dando el callo incluso en la cubierta del yate porque siempre debe tener el bronceado en perfecto estado de revista. Pero últimamente el presupuesto real se ha recortado hasta el punto de que ya casi ni se oyen tiros en la Zarzuela y apenas se colapsan las salas de urgencia de los hospitales con la llegada de borbones heridos por arma de fuego. 

Esta original familia que lleva décadas dirigiendo los destinos de la España plebeya en el poco tiempo que les queda entre boda y boda, entre elefantes y osos, entre el esquí y la vela, no ceja en su empeño de señalarnos el camino. En efecto, dejando aparte relaciones públicas, partidos de fútbol, cacerías africanas y recepciones de jeques árabes, don Juan Carlos lleva en huelga desde el golpe de estado del 23-F, la reina desde que se casó, el príncipe desde que se graduó en la mili con tres estrellas y a Urdangarín llevan meses intentando convencerle de que deje de trabajar, aunque con éste no hay manera.

 

 

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