Punto de Fisión

Meine Merkel

 

Teniendo en cuenta que las cifras son las que son y que de donde no hay no se puede sacar, no queda otra que recurrir al lenguaje gestual para intentar explicar la visita relámpago de Angela Merkel ayer, todo un blitzkrieg en la gran tradición de los panzer de Guderian. Casi no hubo tiempo de decir nada, menos aún de analizar, porque la cosa fue a velocidad de cine mudo, un romance meteórico en el que a Mariano casi no le dio tiempo a babosearle la mano a Angela cuando ella ya estaba otra vez en el estribo del coche. Los malos tragos mejor pasarlos pronto.

Una pena no tener ni puta idea de alemán porque Angela, de pie en la puerta de La Moncloa, señaló los jardines y árboles del paseo y le dijo algo a Mariano, probablemente por qué no plantaba patatas en lugar de geranios y luego cortaba los troncos y se ahorraba el dinero de la calefacción. Como Mariano de alemán más bien poco, sonrió en su mejor estilo galante ("un don Juan feo, católico y sentimental", que decía Valle-Inclán), y farfulló que sí, que lo que haga falta, que lo que usted diga, señora. Al final Zapatero (que estudió la asignatura en dos tardes y le quedó para septiembre) va a tener razón y la economía es un estado de ánimo. El de ayer en la Moncloa era el de una película porno.

Hubo anteriormente en Hendaya otro encuentro erótico gallego-teutón pero fue más áspero y ferroviario, y se quedó en el morreo preliminar, se ve que los alemanes nos la tienen jurada desde entonces. El mejor momento de la tarde fue cuando Angela dijo que ella no había venido a decirle a nadie lo que tenía que hacer, y todos pensaron que a qué coño había venido entonces, todos excepto Mariano, que sabía de sobra que ese nadie no iba por él. Se limitó a capear el temporal al modo percebeiro, contando las olas que faltan para que nos arrastren al fondo y mirando de reojo al miura rubio que no acababa de irse por toriles.

En un momento dado Mariano se puso macho y chulo, dijo que él hará lo que tenga que hacer, pero los ojos tiernos con que besuqueaba a Angela lo iban desmintiendo palabra por palabra: lo que tú quieras, cariño. La situación era incómoda, íntima y pública a la vez, ridícula como cualquier maniobra amorosa: un ménage à trois (perdón por recurrir al francés pero es que esto en alemán suena muy feo) en que la canciller, vestida de ama estricta, esgrime el consolador, Mariano unta la vaselina y todos los españoles vamos preparando el culo con mucho esmero y mucha devoción.

En uno de sus sueños megalómanos Hitler vio una Europa unida bajo la bota alemana, un imperio germánico que iría de Gibraltar a las Kuriles, sin judíos, sin gitanos, sin eslavos, y donde los españoles no serían más que dóciles camareros a las órdenes de sus amos de ojos azules. Ayer el sueño se acercó un poco más gracias a los desvelos de un mamporrero gallego aunque la bota, eso sí, era de tacón.

 

 

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