Punto de Fisión

Otegi despierta

 

Otegi se ha levantado esta mañana y se ha enterado de que se ha muerto Franco, ahívalahostia. Le ha costado unas décadas hacerse a la idea, igual que la señora aquella de Good bye, Lenin, que se despertaba de un coma unos meses después de la caída del Muro y, para que el choque con la realidad no le resultara fatal, su familia le iba proporcionando una ficción hecha con carteles comunistas y tarros de vinagre caducados. Pues Otegi lo mismo pero jugando al mus y saliendo en los periódicos, que tiene más mérito.

El caso es que Otegi ha pedido perdón, tarde y mal, vale, pero eso ya es mucho, es lo que todos le exigían y lo que ya casi nadie se esperaba, de manera que la noticia ha nacido con un aire viejuno, como esos recién paridos que no se parecen ni al padre ni a la madre sino al bisabuelo. Muchos todavía no se lo creen y algunos van a necesitar varias décadas para digerirlo, igual que con la muerte de Franco: mejor no salir del sótano, que la luz en los ojos te puede dejar ciego.

Urkullu ha dicho que espera que Otegi sea sincero, como si pretendiera que repita la histórica declaración ante un detector de mentiras, pero para muchos ni siquiera eso valdría, ni aunque Otegi fuese de rodillas desde Santurce a Bilbao desnudo y lacerándose las espaldas con una correa. Los muertos están muertos y eso no lo van a cambiar las disculpas de Otegi, de acuerdo, pero tampoco la obstinación ni el lógico resentimiento de víctimas y familiares. Eso, por desgracia, no lo va a cambiar nadie.

Una señora de la AVT asegura que las palabras de Otegi obedecen a intereses electorales, no le falta razón, pero también muchas de las manifestaciones de la AVT parecían obedecer a intereses electorales, porque en cuanto el PP ha alcanzado el poder han decidido guardar las pancartas en casa y nada de sacar su dolor a la calle. Hay gente que nunca perdonará ni olvidará (yo probablemente tampoco lo haría), pero otra cosa es seguir aferrados al pasado, enclaustrados en un país alternativo hecho de lágrimas y de luto, un país que no existe ni debe ni puede.

Las palabras tibias y tardías de Otegi no es que vayan a borrar de golpe cuatro décadas de asesinatos, de terror, de amenazas, de exilios, de mirar en los bajos del coche y de respirar con alivio al dar la vuelta a una esquina, pero son un comienzo, algo con lo que avanzar hacia delante si es que los vascos quieren ir hacia delante en lugar de quedarse estancados en el rencor, algo con lo que empezar a construir si es que en Euskadi se puede construir algo que no sean sólo cárceles y mausoleos.

 

 

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